lunes, julio 23, 2012

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Hoy este blog está cumpliendo dos años y, la verdad, no siente muchas ganas de festejar nada. Es más, se pregunta si no está en fecha de caducidad.

domingo, julio 22, 2012

Legislar el cuerpo

De un artículo de Sandino Núñez en Tiempo de Crítica, reproducido acá:
El biopoder procede creando el horror a la anomalía, y luego realiza actos de gobierno (como legislar o normar, por ejemplo) siempre en nombre de ese horror y de un posible exorcismo o de un conjuro repelente del objeto parcial horroroso. El biopoder está ahí para defender mi cuerpo y mi vida biológica, y el precio que pago por eso es, precisamente, mi muerte como sujeto político, mi entrega pasiva a manos de los expertos, mi infantilización radical y extrema. El Estado es mi pediatra.

miércoles, julio 18, 2012

sábado, julio 14, 2012

jueves, julio 12, 2012

Not fade away

TRS: 50 hoy. Un artículo, un ranking muy compartible y algunos de nuestros temas favoritos.



domingo, julio 08, 2012

JULIO 08, 2012

* Ver, rever, descubrir, redescubir a los Quay Brothers.

* El proyecto no es algo definido, ¿tá?...

* ... pero por las dudas marche preso.

* Kim Dotcom está libre de copyright.

* Ya no habrá más Gabos.

* El inodoro como metáfora.

* Otro al que le cae la ficha.

* Algo huele a podrido en la Rusia de Putin.

* Un diccionario Faulkner, 50 años después.

* Porno para Ricardo: la revolución dentro de la revolución.


viernes, julio 06, 2012

Desastre natural

De un artículo sobre Karl Kraus en La Tempestad:
El incipiente siglo XXI, esplendor de la posmodernidad, es la materialización suprema de todo aquello denunciado por Kraus. En 1908 escribió: “La estupidez es un desastre natural con el que un terremoto no puede rivalizar. Sus energías internas tendrán que descargarse alguna vez en una catástrofe que desfigure el rostro de este planeta”. Esta convicción provenía de atender las crónicas de tribunales, de fatigar la prensa diaria, de asistir a los espectáculos de su tiempo. No tuvo la experiencia de arquearse ante las cuentas de Twitter o de Facebook, que lo habrían convencido de que la desfiguración del rostro planetario ya había tenido lugar. No existían en su tiempo los “críticos lumpen” (el término es de Arthur C. Danto) del ciberespacio, pero sí quienes enviaban cartas a las publicaciones: “Continúa siendo deprimente la tenacidad con que esa gente insiste en su derecho a considerar mi pluma una servidora de su concepción de la vida y no una compañera de la mía; resulta aniquiladora la esperanza que plantan incluso en la tumba de sus deseos, esa molesta insistencia en sus expectativas temáticas”.

miércoles, julio 04, 2012

La necesidad de la ilusión

Por Enrique Lynch | Revista Ñ

No hay manera de comprender por qué incurrimos en alguna forma de ilusión si no damos por sentado que la estupidez no es un pensamiento mal encarado o defectuoso o erróneo sino una manera de razonar, tan válida y fructífera como cualquier otra. En la experiencia de la ilusión siempre está involucrado el engaño y éste se suele producir, cuando no es deliberado, o por inocencia o por credulidad, respuestas humanas que están separadas entre sí por unos matices de significado muy poco relevantes.

La inocencia es la forma activa de la estupidez y la credulidad, por otra parte, es la misma estupidez pero en su versión pasiva. El inocente es un individuo que suele caer con facilidad en la ilusión por la simple razón de que encuentra gozoso sentirse ilusionado. Vive permanentemente en pos de una ilusión y se diría que en ella casi cifra, a cualquier precio, la felicidad propia. A diferencia del inocente, el crédulo es un individuo totalmente incapaz de reconocerse proclive a la ilusión y, por lo tanto, no imagina la eventualidad del error. Todos los crédulos son un poco inocentes, pero no todos los inocentes son crédulos. Por ejemplo, en El idiota de Dostoievsky, la inocencia del Príncipe Mishkin no lo hace más crédulo o sensible a la ilusión sino, al contrario, parece incluso más lúcido porque, si bien no detecta finalidad o intención segunda en la conducta de los demás, logra comprenderla al pie de la letra. Mishkin responde siempre literalmente a una situación, por mucho que ésta se deba a alguna mezquindad o miseria ajena. La espontaneidad de su conducta se presenta a los ojos de los demás como una especie de idiotez angélica, propia de un individuo que va por la vida a remolque de lo que ve y escucha y como arrastrado por las circunstancias y a merced de ellas. Mishkin es uno que no se posee a sí mismo, o sea, es un idiota consumado. Pero al mismo tiempo se muestra como un ser excepcional puesto que es justamente su inocencia, su absoluta indefensión frente a la ilusión, lo que, a la postre, desarma las iniquidades de sus semejantes al tiempo que muestra que también las bajas y las pequeñas pasiones de los demás son estupideces nacidas de alguna forma de ilusión.

Una versión del iluso Mishkin muy a tono con nuestra época de variadas perplejidades se traza en la figura de Mr. Chance, el jardinero estúpido que por azar se convierte en presidente de los EE.UU. en la novela de Jerzy Kosinsky, Bienvenido Mr. Chance (también conocida como Desde el jardín). Merece la pena detenerse en este personaje que, con toda seguridad, parodia a Ronald Reagan, mejor dicho, es el retrato sesgado –no muy justo, por cierto– que desde las filas de la izquierda norteamericana se quería dar del carismático Reagan. Mr. Chance, como todos los débiles mentales, habla con frases inconexas y balbuceos por la simple razón de que no sabe qué contestar; pero sus respuestas son interpretadas como parábolas declamadas por un iluminado que bien podría servir como estadista, un presidente profético, e inmediatamente instrumentadas por los medios masivos de comunicación para atrapar la conciencia de las masas, ilusionarlas y hacerlas afines a los intereses de las grandes corporaciones. La fórmula de Kosinsky es sencilla: consiste en la enésima denuncia de la manera en que los mecanismos de la ilusión manipulada sirven para colocar en las grandes responsabilidades políticas a personajes inicuos, bobos solemnes que ofician como títeres de los poderosos.

La ilusión, en estrecha relación con la credulidad, es el arma secreta de la religión. El Credo quia absurdum de los católicos, que propone la renuncia voluntaria al sentido común y a la autonomía racional como vía para alcanzar la fe, no es muy distinto, en esencia, de los fanatismos ideológicos o de aquella forma de enajenación que proponían los fascistas italianos cuando aconsejaban a sus militantes: “Non pensì, il Partito pensa per te!” También en este tipo de enajenación hay cierto goce cuyo fundamento último está en la humana inclinación por sentirse ilusionado por algo. En última instancia, la ilusión de que –por fin– no es preciso tener que pensar.

De todas formas el mayor estrago que causa la ilusión se produce cuando a la inocencia de uno se suma la credulidad del otro. Cuando estas dos conductas estúpidas se combinan tiene lugar una catástrofe, como ocurre en la estafa, en cualquiera de sus manifestaciones.

La combinación de la inocencia y la credulidad, ambas con relación a una ilusión compartida, es aún más devastadora en las relaciones amorosas, donde se configura como una especie de folie-à-deux . Evidente es que en este contexto hay un inmenso goce, como también es obvio que en el enamoramiento la seducción del otro –y el sentirse seducido por el otro– consuma la mayor de las ilusiones, aunque la experiencia universal pruebe que el estado beatífico del enamorado es necesariamente perecedero y volátil. Incurrimos en el amor desenfrenado sólo porque, en el mismo momento en que nos sentimos enamorados, olvidamos que esa beatitud será pasajera. El amor es el territorio natural de todas las ilusiones y la pasión que hace placentera la estupidez. Por consiguiente, no es tanto una enfermedad de la razón, como piensan los racionalistas, sino la prueba de la fragilidad de la razón frente a la ilusión.

Se cree que la ilusión es una experiencia espiritual, que está inspirada por ideas y se representa con imágenes, como los fantasmas y los espejismos, pero en la medida en que está firmemente arraigada en las necesidades del cuerpo está directamente relacionada con nuestra finitud. La precariedad de la existencia y la angustia consiguiente imponen que, para sobrellevarlas, tengamos que valernos de ficciones a las que, por fuerza, hemos de dar crédito. Sin la ilusión no habría apariencia sensible, no habría mundo –esta, tu piel, que me encanta, este paisaje tan querido, esa melodía que no quiero olvidar–, sin ilusión no habría nada. La vida en la ficción, ilusionados, es la única posible, la única que nos proporciona alivio frente a la certeza de la muerte y esa especie de revelación que es la mayor de todas las ilusiones: la ilusión del sentido donde conviven en inverosímil confusión las mayores patrañas y las verdades más necesarias.

martes, julio 03, 2012

De cuerpos y voces


De un ensayo de Miguel Marías sobre Leo McCarey en La Furia Umana:

Si no se confundiesen aún persistentemente los términos, ni se juzgase todavía la importancia de una película por sus temas y argumentos explícitos o por las pretensiones o las intenciones que declaran sus autores, se habría comprendido que las películas verdaderamente materialistas no son las que profesan ideologías así calificadas o calificables, ni las más abstractas e incomunicativas, ni tampoco las que, por rechazar la interioridad de los personajes o enrarecer el diálogo, fían todo a la imagen, sino las que –opinen lo que opinen sobre cuestiones espirituales e incluso sobre creencias, sean éstas religiosas o de otro género– confían en la realidad y en los actores, que a fin de cuentas, son personas de las que lo verdaderamente importante, como materia prima cinematográfica, son los cuerpos (con su manera de avanzar o retroceder, de saltar o desplomarse, de estar tranquilos o en tensión, de escuchar o conversar) y las voces. Y entonces nos encontraríamos con que no es más materialista Bresson que Dreyer ni Straub que Rossellini, y probablemente ninguno de ellos llegue a serlo en tan gran medida como Allan Dwan, Leo McCarey, John Ford, Charles Chaplin, Ida Lupino y cuatro o cinco japoneses.

domingo, julio 01, 2012

viernes, junio 29, 2012

Vamos las bandas

Una ciudad del interior. Plena dictadura. Años 77-78. El cuerpo oprimido entre capas y capas de símbolos, de términos castrenses, de misas desangeladas, de colaboracionismo. Un lenguaje opaco y desguarecido, adiestrado en proceder con medias lenguas. Mal lugar para crecer. El cine, censurado y todo, como religión pagana. Y un oasis: Juan Alberto Badía en Radio Rivadavia. El aire burla el muro militar y logra filtrar emisoras argentinas en la Spica contra la oreja. Vivir en el lenguaje de la música. Contra el lenguaje de las doctrinas. Allí, entonces, en aquellas tardes, una paseo guiado por el rock, en castellano o en sánscrito, y el aprendizaje de una forma de la resistencia. Salvando algunas figuras en el paisaje, la batalla es hoy la misma. La música contra el estrangulamiento del lenguaje.

miércoles, junio 27, 2012

Un virus


Los límites de una ciudad no son espaciales. Una ciudad sobrevive o se expande de otro modo, en la mirada del viajero o en la nostalgia del que recuerda. El viajero lleva consigo esa ciudad: es un virus que de pronto se manifiesta ante una escena, un desnivel, una ruptura temporal que llena de extrañamiento la vigilia y señala una microidentidad urbana.

Oliverio Coelho / Instrucciones para recordar una ciudad



(encontrado acá)

Los amantes pasajeros

Primero, un comunicado de Pedro Almodóvar, colgado en la página de Facebook de El Deseo. Después, un videoclip de La Terremoto de Alcorcón, un personaje tremenda:
“No pensaba desvelarlo hasta el último momento, pero si al magistrado Carlos Dívar le resulta imposible mantener en secreto la identidad de las personas con las que come (de lujo, eso sí), yo que soy un simple mortal no he podido evitar filtraciones sobre dos pasajeros ilustres en mi próxima película, aunque ellos no vuelan sino que permanecen en tierra. Me refiero a Penélope Cruz y Antonio Banderas, los dos han accedido a interpretar sendos papeles cortos, con los que se abre Los amantes pasajeros. Ambos ocupadísimos, han accedido a venir a Madrid sólo para rodar un día, las tres primeras secuencias de la película. Si no sonara tan cursi diría que reboso de gratitud. Me emociona mucho que sean los dos los que abran esta nueva narración, para mí es como si dos personas de mi familia, emocional y artística, le dieran la bienvenida al espectador en mi vuelta a los orígenes, la comedia disparatada, un tono del que me había alejado últimamente. Todo el reparto está compuesto por actores admirables, pero es cierto que además de Penélope y Antonio, en esta ocasión cuento con profesionales enormes para papeles cortos. Es el caso de Carmen Machi, esa actriz que convierte en spin off todo lo que toca, y Paz Vega, en otro papel corto pero esencial, como ya hizo en Hable con ella. A ambas les debo una protagonista, lo digo de corazón. También voy a darme el gustazo de trabajar con la Terremoto de Alcorcón, Pepa Charro, una auténtica diva alternativa que debería haber saltado a la gran pantalla hace tiempo. Otro papel breve, con promesa implícita de trabajo futuro”.

Miss Misery


I’ll fake it through the day
With some help from johnny walker red
Send the poison rain down the drain
To put bad thoughts in my head
Two tickets torn in half
And a lot of nothing to do
Do you miss me, miss misery
Like you say you do?

A man in the park
Read the lines in my hand
Told me I’m strong
Hardly ever wrong I said man you mean

You had plans for both of us
That involved a trip out of town
To a place I’ve seen in a magazine
That you left lying around
I dont have you with me but
I keep a good attitude
Do you miss me, miss misery
Like you say you do?

I know you’d rather see me gone
Than to see me the way that I am
But I am in the life anyway

Next door the tvs flashing
Blue frames on the wall
It’s a comedy of errors, you see
It’s about taking a fall
To vanish into oblivion
Is easy to do
And I try to be but you know me
I come back when you want me to
Do you miss me miss misery
Like you say you do?

Elliott Smith / Face-B (1998)

lunes, junio 25, 2012

La máquina de visión


De un artículo de Juan Francisco Ferré en su blog:
Se me ocurren muchas razones por las que alguien que no la haya visto todavía, o la haya olvidado como se olvida una pesadilla angustiosa, vea o vuelva a ver Blade Runner (estrenada hoy hace treinta años en Estados Unidos). Se ha discutido mucho sobre si el cine es una tecnología que se apropia de los formatos narrativos anteriores a su aparición. Se habla de que tanto la apropiación de la novelística decimonónica como de la novela del oeste y de aventuras, el mito y la leyenda fundacionales, son una de las claves del funcionamiento del aparato tecnológico del cine en su relación no con la realidad en sí sino con la realidad mental de sus espectadores. Como diría un teórico de nueva generación como Jonathan Beller: el “modo de producción cinemático” hace suyas las narraciones de modos de producción anteriores a fin de hacer aceptable para sus espectadores la existencia de la máquina como realidad determinante. Esta sería, entre otras, la razón de la grandeza de un cierto cine europeo (Antonioni, Pasolini, Tarkovski, Paradjanov, etc.), cierto cine experimental canadiense y norteamericano (Snow, Brakhage, Benning, etc.), o el supremo encanto del cine del iraní Kiarostami (al menos hasta El sabor de la cerezas y El viento nos llevará) o, más actual, del tailandés Apichatpong Weerasethakul: la máquina de visión confrontada a una realidad que es enteramente ajena a su existencia mecánica.

Si esto fuera así, desde 2001 hasta eXistenZ y Matrix, la ciencia ficción cinematográfica sería el género definitivo para obligar a la máquina a hablar de sí misma. O, mejor dicho, el formato narrativo donde se expresaría con preferencia tanto el diálogo de la máquina con la realidad alterada o producida por su presencia como el monólogo de la máquina enfrentada a su soledad radical en un paisaje totalmente sometido a su poder de control. En este sentido, Blade Runner supondría uno de los puntos álgidos tanto de ese diálogo como de ese monólogo y, por tanto, la más brillante tentativa de la máquina por comprender el sentido de su existencia y sus complejas relaciones con la inteligencia humana que la creó para realizar sus designios con mayor eficiencia.

viernes, junio 22, 2012

Difícil

Nos dicen que las redes sociales están ardiendo con la noticia del momento. Sí, ésa. La del golpe de efecto, la que vino embutida dentro de un paquete de medidas que intentan encauzar el desmadre, varios desmadres. No vamos a hablar de eso. Está todo muy embarrado por los propios emisores y no tardó en comenzar el contradiscurso  de quien seguramente barrerá todo abajo de la alfombra. Además, entre toneladas de boludeces, ya hubo algunas preguntas atinadas (acá y acá). El único comentario que tenemos para hacer es éste:

lunes, junio 18, 2012

Experimento Valtari

En la página de Sigur Rós se habla de The Valtari Mystery Film Experiment, al que se define de esta manera:
Sigur Rós le ha dado a una docena de cineastas un modesto presupuesto y les ha pedido que crearan lo que les viniera a la mente cuando escucharan las canciones del nuevo álbum de la banda, Valtari. La idea es superar el habitual proceso de aprobación artística y permitir una total libertad creativa. Entre los cineastas están Ramin Bahrani, Alma Har’el y John Cameron Mitchell.
Hasta el momento se han filmado cuatro videos, que se completarán con otros once que irán apareciendo según el calendario prefijado en la página.




sábado, junio 16, 2012

JUNIO 16, 2012

1) Un time-lapse de Tokio.


2) Descubra las mil semejanzas.

3) Partió uno de los buenos muchachos.

4) Riki Musso se confiesa.

5) Fassbinder, admirado pero incomprendido (Gracias, Castrato).

6) La estupidez humana tenía sus leyes.

7) Una cadena de criaturas.

8) Razones (prejuicios) para no ver películas.

9) Un amigo anduvo por Carcassone.

10) Hasta ahora, los mejores discos de 2012 según The Guardian y Spin.

11) Lolita cumplió 50.

12) Festejos: Kodama perdió un juicio.

13) Un Denevi cinéfilo.

14) Ascenso y caída del rock progresivo.

lunes, junio 11, 2012

Huellas dactilares


Richard Stallman por dos: entrevista y, a continuación, carta encontrada acá:
El fundador del movimiento por el software libre en el mundo, el estadounidense Richard Stallman se va hoy, lunes, del país y tiene decidido no regresar debido al incremento de las medidas de seguridad, control y vigilancia en nuestro país. Aquí la carta que Stallman escribió para despedirse en la web Vía libre.org.ar 
Por Richard Stallman 
Es mi novena y última visita a Argentina. El próximo lunes, saldré del país y, sin un milagro, nunca lo veré más. 
Esta expectativa me pone triste, porque tengo muchos amigos en este país, compañeros en la lucha por el software libre y otros. He conocido varios placeres, como las chocolaterías de Bariloche, las montañas de Salta y su mar de nubes, Les Luthiers, los libros de Dolina, los asados, los tallarines finitos e infinitos, la Gran Pensión Libre y el puente de la estación de Coghlan. Hace pocos meses, anticipaba seguir volviendo a Argentina muchas veces más. 
Luego recibí con susto la noticia del Sistema SIBIOS, con el cual exigen las huellas dactilares de todos los que entran en el país. Al ver esa noticia, pensaba que nunca volvería a Argentina. Hay injusticias que debemos resistir aunque cueste. No doy mis huellas dactilares; sólo pueden sacarlas con fuerza. Si un país me las exige, no voy. 
Luego supe que, por el momento, SIBIOS sólo funciona en Buenos Aires. Reconocí que me ofrecía la oportunidad para una visita más, entrando por otra ciudad, y la aproveché. Así estoy aquí, pero la oportunidad no va a durar. 
La injusticia de exigir datos biométricos a los visitantes se originó, como tanto mal, en los Estados Unidos. Con vergüenza por mi país, recomiendo que todos los no estadounidenses rehusen visitarlo. Pero esto no justifica que otros países lo hagan. “No somos peores que los EEUU” no excusa nada. 
Hay mucha tendencia a la vigilancia en la Argentina actual. Por ejemplo, la tarjeta SUBE (como las parecidas en otras ciudades) registra todo uso de los transportes. 
En mis sueños, los argentinos eliminarían SIBIOS, y la vigilancia de SUBE. Si sucede, puedo volver a visitar este país en el que cuento con mucha amistad. Pero no tengo la fuerza de lanzar esta lucha. Les toca a los argentinos. 
Siendo ateo, no digo “adiós”. ¿Qué decir? 
Hasta el milagro, Argentina.

sábado, junio 09, 2012

Junio 09, 2012


* Asombroso Roberto Kusterle, el de los mutantes.

* Beach House estrena video.

* Biografía del escritor oculto.

* Una celebración del desconcierto.

* Gabo recuerda selectivamente, y lo bien que hace.

* No se entiende mucho, pero suena bien.

* Las cosas que nos hacen conocidos en el mundo.

* Ya lo sabíamos, pero es bueno que se recuerde.

* ¿Por qué no My Darling Clementine? ¿O Videodrome?

miércoles, junio 06, 2012

Ray Bradbury, 1920-2012


—¿No habla Blake en alguna parte —dijo el padre Vittorini— de las
Maquinarias de la Alegría? Es decir, ¿no promueve Dios los ambientes y luego
intimida las naturalezas dando vida a la carne, llevando, a hombres y mujeres
de aquí para allá, como nos ocurre a todos? Y así felizmente lanzados hacia
adelante, dotados de gracia e ingenio, en calmos mediodías, en climas
serenos, ¿no somos las Maquinarias de la Alegría de Dios?
—Si Blake dijo eso —comentó el padre Brian—, nunca vivió en Dublín.

Introducción a Las Maquinarias de la Alegría, 1962



(Gracias Castrato)

domingo, junio 03, 2012

La patria vendida


Si nos importaran las banderas, los símbolos, los himnos y toda la parafernalia patriot(er)a que aprendimos a aborrecer en la niñez y la adolescencia, esta imagen del partido de ayer nos provocaría indignación. Pero como estamos más cerca de los apátridas (o, en todo caso, dentro de otras patrias que no se congregan en un partido de fútbol), sólo nos despierta la reflexión de que la "marca país" y el "país productivo" que nos vienen machacando los gobernantes ya tiene, finalmente, su trofeo. Enhorabuena.

(Gracias a L. por el envío).

sábado, junio 02, 2012

G. E.


Tres fragmentos del reportaje sobre Gustavo Escanlar firmado por el escritor chileno Alberto Fuguet para el libro Los malditos (Universidad Diego Portales, Santiago de Chile, 2011):





Por un tiempo, en los ’90, fui un fan de Escanlar. O, al menos, un fan de la idea de Escanlar. Creí que era alguien indispensable, el mejor de todos pero el que tenía menos suerte, el Manuel Puig posmoderno-rockero que estaba dispuesto a sacrificar su obra con tal de que su obra fuera personal. Leer a Escanlar por primera vez fue impactante: no parecía latinoamericano, no parecía escritor. Más que escribir, parecía hacer música; más que narrar, parecía estar vomitando y jalando al mismo tiempo. Por eso lo invité a participar de un par de antologías que co-edité, (McOndo, con Sergio Gómez, publicada por Grijalbo en 1996, donde Escanlar participó con un cuento llamado “Gritos y susurros”; Se habla español, con Edmundo Paz Soldán, publicada por Alfaguara en el año 2000, en la que Escanlar participó con un cuento llamado “Pequeño diccionario spanglish ilustrado”) donde siempre era el mejor o, al menos, el más freak, el más eléctrico.

Ahora, después de haber regresado de Montevideo, siento que lo que me tocó vivir en esa ciudad fue una novelita trash. Escanlar era mucho más oscuro, estaba mucho más escindido, era mucho más complejo que sus festivos primeros libros de relatos, Oda al niño prostituto (1993) y No es falta de cariño (1997), infestados de referencias pop y dibujos porno, que terminaron leyéndose como una suerte de manifiesto pro-adolescencia y anti-establishment, lo que, para algunos, lo transformó en un autor de culto y para otros en un exhibicionista especializado “en espantar viejas”. Era John Belushi fusionado con Bukowski, pero sin obra. Fui a Montevideo a seguir a un escritor y me topé con un Lou Reed que tomaba un desvío por el wild side camino a su cita diaria –obligada, culposa, merquera– con sus padres.

¿Por qué todo lo que tengo en mis libretas, en mi grabadora, en mi computador, en mis carpetas con fotocopias, parece los trozos de una película que tenía protagonista pero no un guión? Fui tras un escritor y volví salpicado de sangre, con la historia de un hombre ciego por los focos, el maquillaje pastoso, la droga dura, la orina propia, la farándula mal iluminada y berreta, el cotilleo, el morbo, y con la sensación de que un huracán había azotado a la gente que lo había conocido que parecía estar recuperándose de un mal que los había cambiado para siempre. Los que lo quisieron no estaban dispuestos a dar la cara y los que lo odiaron tampoco. Todos, sin embargo, me hablaron mucho. Concertaba entrevistas que iban a durar sólo cuarenta y cinco minutos y terminaban alargándose dos horas para luego enfrentarme a frases del tipo “no podés citarme”, “esto es muy fuerte; yo tengo hijos”; “no es bueno estar ligado a Escanlar”; “lo desprecié, sí, pero estamos en Uruguay”; “lo quise mucho pero no sé si deseo ver mi nombre impreso”. No entendía.

Aún no entiendo. ¿Quién era Gustavo Escanlar? ¿Era un escritor?

***

Muchos me dicen que no debería juntarme con Arbilla porque, justamente, pertenece a Búsqueda, un “pasquín facho”, “una sábana reaccionaria”. Arbilla me pregunta:

–¿Qué te han dicho de mí?

Le digo y se ríe. Dice que, para él, Búsqueda es “de centro-derecha y liberal”.

–Aquí escribe Vargas Llosa. Eso le gustaba a Gustavo.

Pero, para decir la verdad, todos me han hablado mal de todo el mundo: “ojo, ten cuidado: es turbio”; “no le creas”; “es un hijo de puta”. Por ejemplo: le escribo a un escritor que conozco, un tipo encantador, aunque otros me dicen que no lo es. Me responde que estará feliz de verme y me invita a su casa. Le respondo aceptando y diciéndole que estoy intentando saber más de Gustavo Escanlar.

No vuelve a escribirme. Imagino que porque Escanlar lo consideraba un enemigo. Pero Escanlar también descalificó a Benedetti y se mofaba de Galeano y se burlaba del dramaturgo y novelista Mauricio Rosencof (que estuvo varios años preso y fue torturado por la dictadura en la cárcel de Punta Carretas, hoy un shopping), que lo acusaba de falta de ética y caradurismo.

–¿Estás escribiendo de quien…?

–¿Alguien de verdad te mandó para acá…? ¿Te pagaron el pasaje? ¿Escanlar?

–Mirá: hablemos pero off the record, ¿tá?

–No sé si quiero hablar de él. Fuimos amigos, confié en él. Sé que murió odiándome. Yo no lo odio, no lo odié. Quise odiarlo.

–¿Escanlar? ¿Esto es una broma?

–Gustavo no era facho, que seguro ya te lo han dicho, ¿o no?;

¿Qué más te han dicho? –me dice Danilo Arbilla.

¿Qué más me han dicho? Qué no me han dicho. Lo refrescante, lo que impresiona, es que el primero que dijo todas esas cosas fue el mismo Escanlar en sus textos, entrevistas y declaraciones.

–Yo creo que era de izquierda más que derecha –insiste Arbilla–. Su tema era más generacional; más un asunto de estética que, digamos, de ética.

El escritor Gabriel Peveroni cree lo mismo.

–Ni de derecha ni de izquierda. Era un provocador. Y como la cultura y el establishment están dominados por la gerontocracia de izquierda, sus dardos fueron para ahí una y otra vez, hasta quedarse sin espacio. Creo que fue creando el personaje y que al final esa era su forma de relacionarse con el mundo. Su prestigio no se diluía por atacar a esos nombres y te diría que a la larga el que ganó fue Escanlar. Nadie con dos dedos de frente en Uruguay defiende a Benedetti como poeta, nadie piensa a Galeano como escritor y de Rosencof se piensa que es un viejo narcisista que tiene un delirio con Artigas. Todas esas cosas las fue diciendo. El tema es que aburrió, y ese es un factor que él no podía controlar, porque vivía de eso y tenía que hablar por la radio, escribir crónicas y decir pavadas en la tele. El personaje se lo fue comiendo.

***

La segunda y última vez que lo vi fue en Madrid. Recuerdo retazos de imágenes, frases sueltas: “¿Sabés dónde se consigue hachish?”. Trato de ubicar, en Montevideo, a Daniel Mella, otro escritor uruguayo que estaba invitado a ese congreso organizado por Casa de América y la editorial Lengua de Trapo, en mayo del 1999, con ocasión del lanzamiento de Líneas aéreas, una antología de cuentos inéditos que intentaba reunir a todos los autores latinoamericanos nacidos después del año 1960, o sea, post boom. Escanlar y Mella, que tenía por entonces 22 años, fueron las estrellas de ese congreso. Todos hablan de “los uruguayos”, pero casi no recuerdo haber hablado con Escanlar. Lo recuerdo un día, sudado, cuando apareció con Daniel Mella, que parecía un surfista californiano. Escanlar tomaba agua mineral y nos decía que había visto Todo sobre mi madre y que se quería follar a Cecilia Roth. Recuerdo eso. Pero lo vi muy poco. Él andaba en plan demoler hoteles (y comprar remeras y drogas y anteojos y discos) y yo ya sólo quería dormir en ellos. Su cuento era uno de los mejores de la antología, quizás uno de los más comentados por los asistentes. Se llamaba “Una fiesta popular” y terminó convirtiéndose, años después, en prólogo o primer capítulo de su novela La alemana (una suerte de segunda parte de Estokolmo pero de una violencia gore inusitada, que tuvo una pequeña vida anterior bajo otro nombre, Dos o tres cosas que sé de Gala, con prólogo de Peveroni y publicado en Uruguay en 2005, en la editorial Linardi y Risso). Como nunca estaban, pero iban a todas las fiestas, a Escanlar y a Mella les empezaron a decir Batman y Robin. Tengo esta imagen, también, en una taberna: Escanlar con una remera negra de los Simpsons comiendo jamón serrano y contándonos que se iba a follar a Mella.

Hasta que llegó el día.

Me dicen que fue el primer día; yo creo que fue la clausura. Da lo mismo. Los organizadores optaron por darle la palabra a un invitado de honor: Mario Benedetti. La sala estaba repleta, no sólo de escritores sino de periodistas, de diplomáticos. Yo estaba sentado en el hemiciclo. Después de unos aplausos apareció Benedetti y empezó a dar su charla. Según encuentro en la red, el autor de Primavera con una esquina rota recibió a más de treinta autores nóveles con palabras de aliento: “Algunos exquisitos dicen que las grandes utopías ya no tienen vigencia, pero ¿y las pequeñas?”. Abogó también –según un sitio de noticias culturales– por la recuperación de la ética: “Los artistas, los intelectuales, los escritores, los poetas tenemos que ser resistentes ante el lavado de memoria. Tenemos que volver a los valores éticos”.

Ahí empezó la debacle.

Escanlar y Mella aparecieron en la entrada del teatro. Estaban los dos sin camisas, sudados. Escanlar, gordo, peludo, mojado; Mella, dorado como un muñeco Ken, lampiño. “Mira, –me dijo Edmundo Paz Soldán entonces–, va a decir algo”. Y, en efecto, Escanlar empezó a chillar: “¡Cómo se atreve a aconsejar a los jóvenes si usted nunca lo fue. Usted cree que la vida se divide en blanco y negro, usted escribe puras mentiras!”. Algo así. Creo que lo sacaron los de seguridad, pero según Daniel Mella, que ahora es un hombre y padre de familia, fue él quien lo sacó y lo subió a un taxi para llevarlo hasta el hotel. Mella me aclara las cosas y las ordena: Escanlar, unos años antes, había sido su profesor en Comunicaciones (algo que hizo por un tiempo, mientras escribía mil notas y publicaba sus primeros libros), y lo hacía leer a Bukowski y le ponía buenas notas y le decía que era un genio y que con su pinta podía triunfar. Mella ni siquiera lo conocía mucho, sólo como un profesor desordenado que les llenaba la cabeza de “malas ideas pero también de una seguridad de que podíamos escribir como queríamos, que uno podía escribir sin pensar en qué era correcto o en estar preocupado por la crítica”.

–En rigor, no fuimos nunca amigos; era mi profesor. Nunca tuve un lazo fuera de clases en Montevideo.

Pero cuando se toparon en Madrid se unieron “por esa cosa de ser uruguayos”. Mella acompañó a Escanlar una noche, en su desesperado viaje por los suburbios de Madrid buscando hachis.

Después lo dejó en el hotel y no sabe qué sucedió, pero tiene clarísimo el momento del check-out. Estaba pagando sus extras cuando Escanlar rodó, borracho, escalera abajo. Cuando vio a Mella, le pidió dinero.

–Guacho, pasáme unos mangos.

Mella le dio cien dólares y sintió una pena profunda.

Fue ahí, en Casa de América, en un Madrid ardiendo, la última vez que vi a Gustavo: sudando, gritando contra quien él creía el enemigo y que, a ojos de todos los demás, parecía un abuelito un poco pasado de moda.

miércoles, mayo 30, 2012

Carnet de viaje

Silencio anda viajando por el mundo y empezó por Australia y Asia. De vez en cuando manda noticias. Hoy envía una lista de apuntes que ha hecho en su cuadernito. Acá van, junto a algunas imágenes que ha colgado en G+.



  • No hay publicidad gráfica en ninguna carretera de Nueva Zelanda.
  • Papel higiénico en los baños públicos de Nueva Zelanda. Y en algunos solitarios en el medio de la carretera, toallas.
  • En China las parejas adolescentes usan la misma remera. Y el hombre le lleva la cartera a la mujer.
  • Xi An está inundada de enormes edificios sin terminar. Gigantes complejos abandonados. Postales de Ballard.
  • Beijing = smog y cometas.
  • Chinos: ¿por qué están tan apurados?
  • Cartas con la cara de Steve Jobs en un mercado de China. Miedo.
  • Supremacía escalofriante de modelos occidentales en carteles publicitarios chinos.
  • China vive en un embotellamiento permanente.
  • No existen las veredas en Bali. Sí en China, pero también son utilizadas por los autos.
  • Vietnam y Bali son hormigueros gigantes de motos. Cada una puede llevar hasta diez veces su peso.
  • Asia carece de reglas de tráfico de cualquier tipo. Se usa más la bocina que el freno.
  • El valor de la vida humana en Asia es menos que cero.
  • 3 pesos uruguayos por un vaso de cerveza en Ho Ian, Vietnam.
  • Top 5 de cosas que me rodearon en todas las ciudades hasta ahora: 
1.     Música de Adele*
2.     Biografía de Steve Jobs
3.     Kentucky Fried Chicken
4.     Messi
5.     Logo de Superman

  • El tamaño y el peso de una valija siempre es inversamente proporcional al tamaño y el peso de la mujer que la lleva.
  • El dinero no debería ser un fin, debería ser una consecuencia.
  • Cuanto más conozco el mundo, más me interesa la ficción

  

* Adele se escucha en todas las ciudades de todos los países. En TODAS. En la calle, en puestos comerciales, en supermercados, en shoopings, en ómnibus, en los aviones, en los barcos, en boliches (remixada), etc.

Kaneto Shindo, 1912-2012

Onibaba, 1964

sábado, mayo 26, 2012

Los archivos Y (sexta parte)

* El mejor Woody Allen.

* Una joyita francesa.

* El único Subiela potable.

* Documental Sigur Ros.

* Último Suleiman subtitulado en francés.

* La niña vampiro de Suecia.

* Bob Dylan x Todd Haynes. Maravilla.

* Un Jarmusch laberíntico.

* Álex de la Iglesia desencadenado.

* Una demencia japonesa.

* Dreyer doblado (es lo que hay).

* Janis Joplin retratada.


BONUS TRACK 1: El año que cambió el jazz (uno y dos).

BONUS TRACK 2: The Making of London Calling.

viernes, mayo 25, 2012

Política cultural

Columna de Felipe Polleri, hoy:
La política cultural del gobierno financia con admirable entusiasmo a la cumbia villera y al arte conceptual, por lo que pronto veremos el nacimiento del arte conceptual villero o de la cumbia conceptual o de la instalación villera o la performance cumbiada o de otra síntesis igualmente asombrosa y original. Tengo fe. Aunque el arte conceptual es practicado por la izquierda exquisita de la pequeña burguesía y la cumbia villera por la alienación plancha del lumpen proletariado, resulta indudable que antes o después todo lo que tienen en común ambos movimientos saldrá a la luz del mundo. Por ejemplo, ambos grupos tienen un nivel de inteligencia idéntico y una muy justa necesidad de fama y dinero a cambio de poco trabajo, lo que hace a ambas artes muy uruguayas y generadoras de identidad.

Que nadie confunda con demagogia o populacherismo el interés de las autoridades por los movimientos culturales más dinámicos de nuestro país; dejemos a un lado los prejuicios y abandonémonos al ritmo de la cumbia (por ejemplo, en los ómnibus) y, asimismo, cuando entremos a un museo y veamos con cierto estupor a un trozo de bosta colgando de un cable no pensemos que se trata de un trozo de bosta colgando de un cable sino de la eterna y cósmica lucha entre la tecnología capitalista y la Madre Tierra.

Aquí está su disco



+ backstage de las tapas de discos

jueves, mayo 24, 2012

La trama celeste

Comentario de un lector del blog argentino Il Corvino:
Uruguay es un país inquietante, porque es muy parecido pero muy diferente. Prendés la TV y aparecen Tinelli, Rial, Susana. Vas al supermercado y la mitad de las marcas son las mismas y la otra mitad no las viste nunca y ni sabés de qué son. Los uruguayos hierven el agua para el mate y la enfrían después. Juegan al truco pero con un montón de variantes raras. Los sandwiches son iguales pero los llaman refuerzos. Las uruguayas son mucho menos histéricas que las argentinas. En su campeonato juegan River y Racing, pero son otros River y Racing. Hay calles de Montevideo con nombres de gente como Dumivioso Terra o Bolívar Baliñas. Se ven negros en las calles. Vas por la costa y te cruzás con Gustavo Sordera, digo Cordera. Los billetes no tienen retratos de presidentes sino de artistas. Casi todo lo bueno que hicieron acá Yrigoyen y Perón, allá lo hizo (mucho antes) el abuelo del Batlle que conocimos y ya olvidamos. Ningún uruguayo entiende al peronismo: todos hablan como radicales o socialistas. La policía no puede allanar una casa de noche (?). Los autos paran si uno cruza la calle. El colectivo es carísimo y el whisky barato. La bandera tiene un sol y es celeste y blanca. Uruguay es Argentina en una realidad alterna, algo así como La Trama Celeste de Bioy. Por eso digo que es inquietante.

Por la vuelta


martes, mayo 22, 2012

Una anomalía

Fragmento de una conferencia de Octavio Paz publicada en el Nº 236 de la revista Vuelta (julio, 1996):

Debo comenzar con una pequeña confesión: participo en este seminario con cierto recelo. Las personalidades que hablarán sobre los aspectos económicos, tecnológicos, culturales y éticos de los nuevos medios de comunicación son autoridades en sus respectivas disciplinas. En cambio, yo soy un escritor. Y un escritor que escribe sobre todo poemas. Ni el poeta ni el novelista pueden hablar desde las certidumbres de la ciencia o las hipótesis de la filosofía. La literatura es un arte y, debo añadir, un arte sin reglas ni temas fijos, en perpetuo cambio tanto por su instrumento: el lenguaje, elusivo y siempre fugitivo, como por su objeto: los hombres, criaturas ondulantes y abismales. Escribir un poema o una novela es una aventura en lo desconocido. Nuestros hallazgos son descubrimientos como los de los científicos, pero pertenecen a un orden distinto: no se resuelven en leyes generales sino en casos particulares, únicos. Una pieza teatral de Shakespeare, un soneto de Petrarca o una novela de Balzac son obras irrepetibles.
 
Otra de las razones de mi recelo: el tema de nuestras conversaciones ha sido tratado con abundancia durante los últimos años. Cierto, buena parte de lo que se ha dicho se reduce a obviedades y lugares comunes; también es cierto que muchas eminencias en los dominios de la filosofía, la educación y las ciencias sociales han hecho observaciones profundas y críticas agudas. Así pues, la única justificación de mi presencia entre ustedes radica en mi situación anómala: mi punto de vista será el de la literatura, un arte cuyo territorio es la incertidumbre misma. Por fortuna, Wole Soyinka, notable escritor, también participa en este coloquio. Se ocupará, según tengo entendido, de un tema que domina: la identidad cultural y los nuevos medios de comunicación. Mi propósito es más modesto y más general.
 
Me parece útil comenzar con una distinción archisabida y, no obstante, olvidada con frecuencia: los medios de comunicación, los escritos lo mismo que los visuales, transmiten mensajes, signos dotados de este o de aquel sentido, pero no son propiamente lenguajes. Sin embargo, aunque los medios de comunicación no son sino canales de transmisión de signos visuales y orales, su relación con el lenguaje es íntima y, en cierto modo, determinante. Los medios no son signos pero influyen poderosamente en ellos e incluso los cambian. Poseen, por sí mismos, sentido y significación. Esa significación es, sobre todo, histórica. Me explico: cada medio corresponde a un tipo de sociedad: no es lo mismo participar en un diálogo de la Academia platónica o en una discusión pública en el Foro romano que contemplar en una pantalla de televisión una mesa redonda sobre este o aquel asunto. En el segundo caso el espectador es pasivo ya que no tiene la posibilidad de replicar. Ha dejado de ser un interlocutor y se ha convertido en un oyente. Ahora bien, el lenguaje es esencialmente conversación, diálogo; los medios modernos suprimen el diálogo y así modifican substancialmente al lenguaje: la comunicación se vuelve unilateral. El cambio comenzó con el libro: leer es un acto solitario y las opiniones y reacciones del lector son privadas, pertenecen a su fuero interno. No obstante, el diálogo no desaparece enteramente: el libro es un teatro fantasmal en el que dos desconocidos se enfrentan. El autor propone y el lector dispone. El caso de la radio es semejante: aunque no vemos signos, como en la página, oímos palabras, es decir, signos orales. Con la televisión aparece algo muy distinto.
 
La televisión no presenta signos sino, predominantemente, imágenes. El espectador es el testigo impotente de escenas que poseen una doble realidad: son hechos y son imágenes. El “texto” que nos ofrece la televisión es irrefutable: no está compuesto por signos que se refieren a esta o aquella realidad sino por imágenes que se presentan como si fuesen la realidad misma. La verdad es que esas imágenes son versiones o puntos de vista del suceso y, por lo tanto, implícitamente, son opiniones; sin embargo, nunca aparecen como opiniones sino como realidades. De ahí que la información transmitida, incluso si es verídica, sea en cierto modo equívoca. Los historiadores discuten años y años sobre lo que pasó realmente en el Congreso de Viena o en la batalla del Mame; la televisión es instantánea, indiscutible e irrefutable. No quiero decir que las imágenes de los noticiarios, por ejemplo, sean mentirosas; digo que en nuestra relación con ellas se suprimen la crítica y el diálogo. Todos los días encendemos nuestros aparatos para enterarnos de lo que ocurre en nuestro país y en el mundo; todos los días, asimismo, presenciamos discusiones en las que los expertos debaten sobre temas de su especialidad. Esas informaciones y esas discusiones son útiles e incluso instructivas pero el espectador, al apagar su aparato, se queda con la impresión de que ha visto y oído a personas remotas e intangibles, que hablan para todos. Y hablar para todos es hablar con nadie.

viernes, mayo 18, 2012

Folklore infeliz

Declaraciones del escritor y periodista argentino Guillermo Piro a Ñ:
“No sé si es bueno o no que el cine sea subsidiado, lo que digo es que ese cine [subsidiado] me provoca ganas de vomitar. Supongo que los parásitos que viven del cine tienen que comer también. Y supongo que el mejor modo de sobrevivir haciendo algo medianamente divertido (que siempre es mejor que trabajar) es filmar películas subvencionadas por el Estado. El cine (al arte en general) subsidiado se me presenta como una contradicción. Si, como decía el poeta francés Paul Valéry, el arte es aquello que nos pone nerviosos, es improbable que un arte que sea funcional al Estado ponga nervioso a alguien, sencillamente porque es imposible que un Estado subvencione un arte que lo ponga nervioso a sí mismo. Creo que el arte debería estar lo más lejos posible de las garras del Estado, cuyos fondos deberían dedicarse plenamente a la educación. Esos subsidios nacen de la idea errónea de que el arte –la cultura, llámenlo como quieran– es lo suficientemente débil como para no poder bastarse a sí mismo. Cosa que no sólo es errónea, sino que la verdad es justamente lo contrario: el arte –la cultura– es indestructible. Es esa mentalidad de folclorista infeliz la que hace creer que el arte debe ser arropado, contenido, protegido”.

miércoles, mayo 16, 2012

Jardín primitivo


Le Voyage Dans La Lune, de Georges Méliès, restaurada, coloreada y musicalizada por Air

lunes, mayo 14, 2012

Habla, mudito

Una reflexión de Fabio Morábito encontrada acá:
Me contaron el siguiente error de traducción. En una novela extranjera aparecía un personaje que quedaba anonadado frente a un suceso insólito. Donde el autor escribió “quedó anonadado”, el traductor al español prefirió la palabra “enmudeció”, lo cual no estaría mal, si no fuera porque el personaje en cuestión era mudo de nacimiento. El traductor hizo enmudecer a un mudo. Se trata de una torpeza, mas no de un error, porque lo de enmudecer se dice en sentido figurado y, por lo tanto, puede aplicarse también a los mudos quienes, como todos saben, utilizan un lenguaje de señas tan lleno de sentidos figurados como el nuestro, y, por consiguiente, tienen el derecho de “enmudecer” igual que nosotros. Dicho de otro modo, entre los mudos hay gente que habla más y gente que habla menos, por eso es posible imaginarse un diálogo en el que un mudo se queje con otro mudo de la excesiva locuacidad de un tercer mudo, y diga: “Fulano habla por los codos”, y el otro mudo, que es sordomudo de nacimiento, replique: “Si, tan pronto como empieza a hablar, dan ganas de taparse las orejas”, frase absurda desde luego, pues sería más lógico que dijera “dan ganas de taparse los ojos”, siendo el idioma de los sordomudos un idioma de señas. Todo esto nos muestra que dos sordomudos que se quejen de la verbosidad de un tercero, que es tan mudo como ellos, están hablando, o sea usando la voz igual que todos. El hecho de que en ellos la voz haya sido sustituida por ademanes, no la hace menos voz, y ellos no son ni un ápice menos hablantes que los que sí “hablan”, y lo demuestran justamente al decir disparates, o sea hablando en sentido figurado, sin el cual no hay lenguaje humano entendible. Pero hay algo más, y es que mientras los no mudos no logremos entender que algunos mudos son más “mudos” que otros, o sea que hay mudos de pocas palabras; mientras no podamos concebir a un mudo taciturno, o a un mudo que enmudece de golpe, o a un sordo que se tapa las orejas, no podremos entender a nadie que sea diferente de nosotros.

domingo, mayo 13, 2012

Flotando

Comienzo de un ensayo de Zadie Smith:
Quiero que piensen en un joven llamado Clive. Clive tiene una misión literaria que nos resulta familiar: quiere escribir la novela perfecta. Clive posee bastantes cualidades: es inteligente y leído, ha estudiado la escritura contemporánea y ve con claridad en lo que han fallado sus contemporáneos, ha leído muchísima teoría literaria, esas pistas elegantes para novelas aún no escritas, y ya está preparado para construir una casa propia de palabras que no ha de tener paralelo. Puede que Clive, incluso, enseñe el arte de escribir novelas, las diseccione y las vuelva a juntar. Si escribir es un trabajo artesanal, tiene todas las herramientas, todas las habilidades. Clive está preparado. Prepara un espacio en su casa, invierte en una silla ergonómica y se sienta frente a la posibilidad en blanco de un procesador de textos. Flotando sobre su escritorio ve el esquema perfecto de su novela platónica. Todo lo que tiene que hacer es hacerla descender del éter a lo real. Se emociona. Comienza.
Adelantémonos tres años. A pesar de todos los esfuerzos de Clive, la novela que trajo a la existencia no es la novela perfecta que flotaba tan tentadora sobre su pantalla. Es un pobre simulacro, la sombra de una sombra. En el camino que va del sueño a la realidad ha perdido su aura de perfección. Su forma ha cambiado, es irreconocible. Algo pasó en el proceso, algo casi imposible de articular. Por ejemplo, cuando se trataba de dar forma al personaje de la economista corrupta que trabaja para el gobierno, María Gómez, que es vital para el tema central de Clive de la corrupción en la política americana, descubrió que necesitaba algo más que “las palabras correctas” o “saber de economía”. María Gómez demuestra las ideas de Clive sobre el sueño americano roto, pero, por otra parte, inefable, no resulta tan convincente como Clive quería. Para él fue difícil meterse en su blusa de seda, en su falda. Incluso meterse en su piel. Y después, intentando describir el matrimonio de María, Clive descubrió que quería escribir aforismos inteligentes sobre el Matrimonio, con mayúscula, en lugar de describir el matrimonio de María, algo que, pensando en su propio matrimonio, parecía, de repente, una tarea monumental y más si su propia esposa, Karina, iba a leerlo. Y así un millón de ejemplos. Fallas que no son simplemente fallas de lenguaje o diseño, sino fallas … ¿de qué? ¿De Clive? Ese pensamiento le preocupa. Y después otro, bastante más oscuro, llega. ¿Podría ser que, de ser él el lector, y no el escritor, de su novela, pensara que es un fracaso?
Clive no se detiene en tales pensamientos mucho tiempo. Su libro consigue un agente, su agente consigue un editor, su novela sale al mundo. La reciben bien. Resulta que el libro de Clive huele a literatura y parece literatura y quizá, incluso, se siente como literatura y, al rato, Clive ya casi ha olvidado ese extraño sentimiento de falsedad, de traición a sí mismo, que su primera novela le provocara. Clive no sólo se vuelve un fanático de su novela sino su gran defensor. Si un crítico señala una indulgencia por aquí, un pasaje flojo por allá, Clive explica que eso era, simplemente, lo que deseaba. Todo está hecho para conseguir un efecto. De hecho, a Clive no le importan esas críticas: minucias como esas no son nada comparadas con ese sentimiento desolador de que su primera novela no sólo no era buena sino que era falsa. Nadie le acusa de eso. Los críticos, cuando critican, hablan del andamiaje, de la pintura de la novela, de una mala metáfora, de un fragmento tedioso y confían en que esos detallitos se arreglarán en la siguiente obra. Y respecto a María Gómez, todos están de acuerdo en que ella es justo como cualquiera se imaginaría a una economista latina y corrupta que trabajase para el gobierno. Clive está contento y cumplido. Trabaja en la siguiente novela.

Goyesco



En El País, Rafael Argullol pondera diez razones para que vuelva a pintar Goya, y comienza así:
Me gustaría ver a Goya en nuestro tiempo. Como a Cervantes o a Buñuel. Goya se sentiría particularmente a gusto, o a disgusto, y tras ser informado de los cambios acaecidos en estos dos últimos siglos, podría ponerse a pintar de inmediato, sin encontrar demasiadas discontinuidades con lo que ya había pintado, y que ahora nosotros contemplamos en los museos. Es evidente que ha habido muchos cambios entre la vida histórica de Goya y la resurrección ficticia que ahora le deseo; pero, tras las apariencias, hay muchas cosas que permanecen inalterables. Un hilo invisible mantiene unidas aquella época que Goya detestó y pintó con tanta intensidad y la nuestra que, en mi ficción, debería pintar. Son innumerables las razones por las que Goya se sentiría, por así decirlo, cómodo en su repulsión a lo que le rodea, algo bien familiar y en nada ajeno.

sábado, mayo 12, 2012

Dormir para olvidar

Un artículo de Omar Genovese encontrado acá:

Hay algo hermoso en el concepto de infinito, y esto implica lo siniestro del número inabarcable. Vayamos a China en su dimensión inquietante. Hace unos meses apareció en YouTube el registro de cámaras de seguridad de un mercado. En una calle estrecha pasan motos, gente caminando, camiones cargados de mercadería. Un niño pequeño camina perdido y lo aplasta un vehículo. Tendido y sin muestras de estar con vida, el cuerpo de la víctima es aplastado por otro, y otro. Los transeúntes ignoran su calvario, así un buen rato hasta que un motociclista se detiene y observa al niño exánime. Ha muerto. Luego aparecen otras personas, tal vez la madre. En el noticiero de la televisión que difundió el video el periodista comenta la razón: en China no existen las compañías de seguros, es un régimen comunista con sectores de economía capitalista, mixtos, pero que no tienen la estructura jurídica que contemple semejantes casos. Es que el sistema imperante hace responsable al conductor sobre el costo hospitalario de la víctima, por tal motivo los conductores se desentienden en los accidentes. Horadando en la web encontré más videos de accidentes chinos. Para ilustrar el desparpajo, un camionero pisa a un peatón, baja del camión y verifica su estado de salud. ¿Asume su responsabilidad? Por supuesto, sube al vehículo, da marcha atrás y pisa otra vez el cuerpo de la víctima, y para que no queden dudas del resultado, lo hace de nuevo, y una vez más. Vale decir, lo mata de manera metódica y sin piedad.
 
Tengo un amigo escritor, porque todo escritor tiene amigos escritores, caso contrario no sería escritor. Bien, se trata de Oliverio Coelho. Estuve en el patio de su casa del barrio de Boedo visitándolo luego de que viajara por Corea y China. De Corea ya habíamos hablado en otras oportunidades, pero no de China. Él tomó su mochila de viaje y recorrió Pekín y algunos pueblos del sur. Fueron catorce días de marcha exploradora. Para nuestro espanto, notó que la bonanza económica y de consumo en que viven los chinos (en las zonas de economía capitalista y régimen comunista) los ha llevado al olvido. La población de edad media —la mayoría—, los jóvenes —también mayoría—, viven en una actualidad actualísima. Como si el hoy se hubiese inventado hace quince minutos. Un ejemplo: consultó a los habitantes de la capital sobre los sucesos de 1989. Ni registro, ni recuerdo, una lisa nada parpadeante. ¿Y la Revolución Cultural? Menos que menos. Los chinos, parece, duermen para olvidar.
 
En el transporte público, regresando de la casa de Oliverio, comencé a observar con desconfianza a mis coterráneos. Pensaba en si la pérdida de memoria podía convertirse en una enfermedad de contagio sutil. Volver hacia el suburbio es algo difícil en Buenos Aires, más si la protesta social está agitada por alguna premisa urgente. Pero a los casuales socios de viaje los veía tranquilos, indiferentes a mi presencia; es más, noté los ojos opacos como si tuvieran un vidrio empañado por delante. Reitero: había en el ambiente una razón para desconfiar. ¿Y si ellos no habían dormido temiendo olvidarlo todo? ¿Y si yo era un ser que había olvidado el pasado y trataba de enunciarme en lo que Oliverio contó como semblanza de otro lugar? O el todo inmediato es el resultado de que han olvidado y el ignorarme un síntoma de la pérdida de integración con la realidad. ¿A dónde viajaban? ¿El estado de desmemoriado absoluto nos hace criminales metódicos? Corría riesgo entre ellos, que reconocieran que tenía memoria, como un ente extraño, acaso humano.
 
No viajaré a China, ni por todo el oro del mundo, ni engañado por promesas de gloria multitudinaria… Prefiero ingresar al olvido de la historia sin sobresaltos.

(Foto de Silencio).

viernes, mayo 11, 2012

Cristinada

Todo empezó con esto:


Martín Caparrós la trató de "épica de la pavada".

Beatriz Sarlo fue más lejos y, negándolo pero diciéndolo, lo asoció con las películas de Leni Riefenstahl para el régimen nazi. Dijo, además:
en nombre de la Argentina el cristinismo se considera autorizado a hacer cualquier cosa. A veces acierta y los aciertos deben ser reconocidos. Pero muchas veces se equivoca, sobre todo en el manejo de los símbolos, el campo en que se considera más experto. En nombre de la Argentina, al Gobierno le ha parecido adecuado comprar una publicidad filmada under cover. Como si un equipo británico hubiera filmado las peleas en un estadio de fútbol, las hubiera sometido a una edición astuta y hubiera presentado un corto publicitario con el título "These are the Argies". Y el gobierno de su Majestad lo difundiera por la BBC, aunque esto le habría resultado medio difícil, dado que la BBC no se maneja desde Palacio por control remoto, como nuestro amado sistema de televisión pública.
En el medio, trajo a colación un brillante cortometraje de Alexander Kluge:
En 1934, la talentosa cineasta Leni Riefenstahl, amiga de Hitler, filmó en Nuremberg la jornada final del Congreso del Partido Nazi. La ciudad ya había sido elegida para trazar un eje pangermánico que terminaría en Berlín: el camino del Reich. En Nuremberg se construyeron impresionantes instalaciones para las grandes convocatorias del Partido. Alexander Kluge las filmó en 1961. El título de esa película, un corto de 12 minutos en blanco y negro, es Brutalidad en piedra. Tanto el título como los planos estáticos y desiertos de Kluge son estremecedores. Esos planos no son breves, no atropellan al espectador, sino que le dejan tiempo para pensar. Entre la película de Riefenstahl y la de Kluge corre una línea, pero quebrada: la celebración del nazismo y su crítica más radical.
Vean, si no:


El spot de marras, perla del cinismo publicitario-político, merece una deconstrucción similar.