miércoles, abril 25, 2012

Queremos tanto a Adele

Por Cicco | HiperCrítico

Por favor: si aún sos fan de Amy Winehouse y todavía creés que fue una leyenda indiscutida, bueno, no te enojes con esto que voy a decir. Ya escribí en su momento sobre por qué me oponía a darle tan rápidamente una categoría reservada sólo para elegidos a una mina que hizo poco y se reventó mucho. No es personal contra Winehouse, así que no lo tomen a pecho. Pero ahora le ha sucedido algo a Amy, aún flotando en el más allá, algo tremendo: apareció alguien mucho mejor que ella.

Nunca estuve tan de acuerdo con una moda como hoy. Soy fan de Adele. Así es. La quiero. La escucho. Creo que es una de las grandes revelaciones de la música. Una voz que, en menos de un año, hizo que el halo oscuro y polémico de Amy Winehouse se disolviera de los medios como humo negro. Cómo no quererla a Adele: gran voz, canciones monumentales, una ruptura desgarradora que le disparó su segundo disco “21” –elegido por la Rolling Stone el mejor del año, y además se levantó con seis Grammys–. Adele es gordita. Simpática. No dice cosas polémicas. Se enfoca en su arte y punto. Ella dice: “Hago música para los oídos y no para los ojos”. Parece una obviedad y no lo es.

Con la aparición de Lady Gaga uno creía que el único camino posible para un artista era: ponerse vestido de bife de chorizo. Gaga puso todo patas para arriba. Llevó el marketing, el conflicto y la excentricidad al divino cohete sobre el arte.

Suerte que vino Adele y aún con sólo 23 años, puso todo en su lugar. Ya el mundo empezaba a creer que no bastaba con hacer buenas canciones había que declararse lesbiana, colar fotos porno en la red o que te quiten el carnet de conducir para convertirse en estrella musical. Es por eso que Gaga se enojó tanto cuando surgió Adele y le robó protagonismo: dijo que era una gorda. Pobre Gaga.

Uf, qué alivio amigos. El mundo volvió  a la normalidad. Y, por si fuera poco, Adele, consciente y paciente, dijo que se iba a tomar por los menos tres años para grabar su nuevo disco. “Quiero que esté a la altura de este”, explicó. En plena era de la voracidad, que alguien se tome un tiempo es, como mínimo, un acto valiente. Su próximo disco quiere que sea uno feliz. Ahora dice que quiere plantar una huerta, tener hijos. Y que no piensa en vender tantos discos. Qué bien que exista gente como Adele, que se inscribe en la línea de Norah Jones y Regina Spektor, compositoras que se limitan a su arte y lo bien que hacen.

La historia es como una hoja llena de tantos garabatos que uno ya ha olvidado que había una hoja ahí abajo. De tanto en tanto, a Dios gracias, aparece alguien que hace borrón y cuenta nueva. Limpia la hoja, le quita toda mancha, todo lo que huela a traje de bife, escupitajos, y muertes por sobredosis. Y le recuerda al mundo que la hoja, en el fondo, es pentagramada que allí se escribe música, que la música es bellísima y que todo el resto, en el fondo, son manchones de gente que no se le ocurre cómo catzo hacer para llenarla con una buena canción.




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