domingo, septiembre 04, 2011

El dios salvaje

MÀRIUS CAROL | La Vanguardia

La semana pasada nos enteramos de que un niño de once años había sido castigado con dieciocho meses de rehabilitación por haber robado un cubo de basura, valorado en 56 euros, durante los disturbios de Londres. El juez considera en su sentencia que se trató de un incidente muy grave y que, si el condenado fuera un adulto, habría ido a la cárcel. Horas más tarde se estrenaba en Venecia Un dios salvaje, una película de Roman Polanski, basada en una obra de Yasmina Reza, en la que el protagonista indirecto de la trama es también un niño, igualmente de once años, que en el patio del colegio le ha roto dos dientes a otro menor con un palo. En este caso, son los padres de ambos menores quienes intentan hacer de jueces para solucionar educadamente el pleito.

(…) La obra es un cuento moral en el que se pone de manifiesto no sólo que la paternidad está mudando de un estado de felicidad a otro patológico, sino también que nuestra incapacidad de ser ejemplo para nuestros hijos se contrapone a nuestra perplejidad ante algunas de sus conductas. Entre el golpe impulsivo de un adolescente a otro por una disputa y la batalla campal de dos parejas de adultos que se sientan a discutir civilizadamente existe el mismo abismo que entre un mundo en construcción y otro universo mal construido. Igual precipicio que entre este niño del extrarradio londinense que vio un cubo de basura de unos almacenes como un tesoro y el juez que lo ha condenado como si se hubiera llevado las joyas de la corona. Puedo imaginarme al magistrado en casa del muchacho intentando discutir igual de civilizadamente sobre los hechos y no tengo claro que el resultado tuviera un final mejor que en la obra teatral de Yasmina Reza. Pitágoras escribió: educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres. Pero 2.500 años después hemos decidido educar a los hombres castigando a los niños.

Son tiempos revueltos para el mundo, así que el horizonte de la infancia está lleno de nubarrones. Como tardará en calmarse el planeta y la borrasca no escampara en años, deberíamos hacer un esfuerzo para intentar educar en valores a nuestros hijos, domesticando eso que Reza llama el dios salvaje que todos llevamos lento, resultado de nuestras propias insatisfacciones, frustraciones y miserias. “Cada vez que veo a Jane Fonda en la tele hablando de solidaridad, me dan ganas de afiliarme al Ku Klux Klan”, dice uno de los personajes de la obra, como corolario satírico del desconcierto moral de la sociedad adulta.

Un sabio como Mario Benedetti dijo que “la infancia es un paraíso perdido, pero, a veces, es sólo un infierno de mierda”. O un cubo de basura.

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