En un artículo de Pijamasurf sobre las paradojas de la percepción del tiempo:
Una versión diminuta del desfase que produce la relatividad —las estrellas que vemos en el cielo brillan con luz de hace miles de años, por ejemplo— es que existe una diferencia —mínima, pero físicamente real— entre el acaecimiento de un evento y nuestra percepción del mismo, lo que implica que vivimos 80 milisegundos en el pasado. “Cuando piensas que un evento ocurre, ya ha sucedido”, dice David Eagleman. En cierta forma esa clave espiritual de vivir en el presente nos es imposible. Nuestro cerebro tarda 80 milisegundos en ensamblar una experiencia consciente después de percibir una señal. Esto ocurre porque nuestro cerebro se toma el tiempo de sincronizar todo lo que percibimos, cuando las cosas ocurren a diferentes velocidades y a diferentes distancias (por ejemplo el sonido y la luz viajan a diferente velocidad, algo que cotidianamente podemos percibir en un rayo). Así que rigurosamente siempre estamos haciendo una neurosíntesis pretérita de lo ocurrido —¿cómo mirar a la naturaleza real desnuda sin ningún filtro?— y el zen es memoria.
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