martes, diciembre 13, 2011

Doré en Londres


De un artículo de Avelina Lésper en Replicante:
La fascinación por una ciudad no se limita a recrear sus aspectos amables, deslumbra más la decadencia, las ruinas y la podredumbre. Gustave Doré llegó a Londres como un artista consagrado, sus grabados dramáticos que ilustraban la Biblia ya habían llevado esas historias de pastores iletrados más allá de su narración y creado en la mente de los lectores el omnipresente submundo del infierno y el castigo divino. Entonces Blanchard Jerrold le propuso hacer una guía o un libro de viaje que ilustrara el Londres victoriano. Doré viviría temporadas en la ciudad para conocer con detalle cada sitio que Jerrold describiría.

El resultado fueron 180 grabados que se adentran en las entrañas sucias, mezquinas y miserables de una ciudad en la que las clases sociales se dividían abismalmente, donde la pobreza y el sufrimiento golpeaban con sus olores putrefactos y las clases poderosas no perdían oportunidad de demostrar su despotismo. Doré no idealizó a la city ni se dejó impresionar por su crecimiento. Tomando el texto de Jerrold como un punto de partida, en su visión incorporó la lectura de las historias de Charles Dickens y buscó en las calles y sus habitantes el carácter de los personajes dickensianos.

1 comentario:

  1. ¨La fascinación por una ciudad no se limita a sus aspectos amables, deslumbra la decadencia, las ruinas y la podredumbre¨. Tal cual. Caminar una ciudad es adentrarse en sus vericuetos, perderse en los suburbios, oler sus baños públicos, tocar las paredes manchadas de humedad de todas sus catedrales. Probar las bocas de sus prostitutas. Doré ¨buscó en las calles y sus habitantes el carácter de los personajes dickensianos¨.

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