sábado, enero 28, 2012

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De la columna de Agustín Fernández Mallo en El Cultural de El Mundo:


Zygmunt Bauman, sociólogo y Premio Príncipe de Asturias de Humanidades 2010, acuñó el término, “modernidad líquida”, para nuestra época. Todo hoy fluye. Fluyen las identidades, que en lugar de constreñirse en uno de aquellos moldes modernos, de orden moral, mutan en objetos flexibles, adaptándose a la vasija las contiene. Fluye la información: la aparente inmaterialidad de un archivo informático propicia su flujo a través de redes a imagen y semejanza del agua. En efecto, estábamos convencidos de que el agua era nuestro símil por antonomasia. Y de pronto, ciertos congresistas estadounidenses, alarmados por la falta de recaudación de las grandes empresas, proponen una ley dotada de medidas y castigos ejemplares a todo aquel que difunda información on line sin la consiguiente autorización del propietario. Es ley SOPA (Stop Online Piracy Act), que, moralista y sin escala de grises, podrá cerrar cualquier blog, página web o portal alojado en los Estados Unidos (Google, Twitter, Youtube, Wikipedia, Yahoo, etc), así como bloquear cualquier página web sospechosa (sólo sospechosa) de violar derechos de autor o leyes de propiedad intelectual. Parece que las leyes nada saben de modernidad líquida. El flujo de conocimiento es parte esencial de nuestro proceso creativo y evolución como especie. Si en el paleolítico hubiera existido una ley SOPA no habríamos pasado de la rueda y el fuego. Hay un discurso, sin duda perverso, que identifica ilegal=inmoral. Volvemos a la caverna.

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