por Ezequiel Fernández Moores
Prólogo a Vivir en los medios (Maradona off the record), de Leandro Zanoni
La escena era patética. El director de una poderosa editorial escondido en un baño, subido a la tapa del inodoro y escuchando la intimidad del vestuario de
Elijo la escena del director porque es la más representativa del poder periodístico. Del poder para el cual todo tiene justificación. Invadir vidas privadas, usar a la gente, moralizar sin mirarse en el espejo y funcionar como herramienta a veces perfecta de un discurso hipócrita que dice criticar la desigualdad social, pero al mismo tiempo la practica de modo constante. Todo en nombre de la libertad de prensa. Hasta subirse a un inodoro para espiar conversaciones privadas. ¿Será también eso libertad de prensa? Nino Manfredi hacía de pobre en una película del neorrealismo italiano y un periodista lo seguía día y noche para contar cómo vivía. “¿Pero usted usa diarios para todo? –le preguntó el periodista–. Come con el diario de mantel, se abriga con diarios, se acuesta sobre diarios y hasta usa el diario para dividir el lugar donde vive”, siguió el cronista. “¿Qué? ¿Acaso no hay libertad de expresión?”, le respondió Manfredi.
La imagen vino a mi mente a medida que leía el libro de Leandro Zanoni. Porque Maradona es una excusa. Zanoni habla del periodismo.Y, por momentos, es un periodismo digno de la definición de Manfredi sobre la libertad de expresión. Porque el director que se escondió en un baño subido al inodoro suena realmente patético. Pero no es el único. Maradona es sin dudas el personaje más mediático en la historia argentina. Pero no es un invento de los medios, como sí lo fueron muchos otros personajes mediáticos. Maradona está en la gente, mucho más allá de los medios. Con Maradona quedó todo al desnudo, inclusive sus contradicciones, públicas, evidentes, muchas veces grotescas. ¿Y las contradicciones de los medios? ¿Qué? Eso es lo que nos cuenta Zanoni en su libro. Porque hay que dar muchas volteretas para decir un día que no habrá campeón igual que él y condenarlo al otro ya sea por su verba inflamada, su adicción o su prepotencia. Es cierto, son medios que acaso dieron volteretas más graves en su historia, un día amigos de la dictadura, al otro de la democracia. Pero Maradona obligó a que esas volteretas fueran excesivas. Todas las veces que la prensa quiso clasificar a Maradona como héroe o villano, Diego se encargó de responder que él es inclasificable, en el bien y en el mal, suponiendo que ambos existan.
Lo más interesante del libro es que evita justamente la actitud de la prensa que se vio siempre tentada de moralizar a través de Maradona. Zanoni no moraliza sobre la conducta de los medios. La describe. Más que la describe, la desnuda. Lo ayudan (lo ayudamos) los propios periodistas. Ese periodista que le cuenta que logró la nota con Diego hablando mal de su colega o lanzando pestes contra una revista de su misma editorial. El que se disfrazó para divertir a los hijos del divo. El que imploró recordándole al astro que su hijo también se llama Diego. El que le dijo que se hizo de Boca por él. O el que lo condenó siempre hasta que lo conoció y trasformó aversión en fascinación, sin viajes intermedios. Pocas veces conocí un personaje que tuviera a la prensa tan a sus pies. Que hiciera que esperaran por él horas y horas. Que en la espera sólo hubiera insultos. Pero que todos se quedaran (nos quedáramos) allí porque siempre algo iba a decir. Claro que muchos medios tomaron después su revancha. Porque Maradona fue víctima y también victimario.
Recuerdo una vez que un colega me citó para adelantarme un trabajo empalagoso que había hecho sobre Maradona y al que él llamaba “documento”. “Está bueno, pero no sé si será un documento, es todo demasiado favorable, no hay contrastes”, le respondí. “Mirá, para mí Maradona es un negrito de mierda, pero queremos que el trabajo venda bien”, me contestó. ¿Cuántos poderosos dueños de medios pensaron exactamente lo mismo? ¿Cuántos no soportaban la audacia y hasta la arrogancia de Maradona para opinar de todo y enfrentar a todos, como si ese “negrito de Villa Fiorito fuera igual a nosotros”, pero luego pagaron millones para que su medio lo tuviera en exclusiva? La versión 2005 de Maradona, más en paz consigo mismo, pero también menos rebelde y mejor negocio para el establishment, apaciguó esas diferencias. En sus años difíciles, en un programa de América TV, con el que Maradona tenía un contrato que incumplía, lo sacaron de la cama y lo mostraron en un estado impresentable. Lejos de sentir vergüenza, al día siguiente estaban todos chochos, el programa había tenido más rating que nunca. Está claro, la versión 2005 del Maradona sano es definitivamente más agradable, más allá de que ahora él mismo sea parte de los medios. De aquellos mismos medios cuyas miserias quedan expuestas en el libro de Zanoni.
Libro completo acá.
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