Por Phillippe Sollers
¿Qué relación hay entre DSK y un libertino del siglo de las luces? Ninguna. Tomemos al príncipe de Conti, al que Saint-Simon describe así en sus Memorias: “Galante con todas las mujeres, enamorado de varias, muy bien tratado por muchas”. No vemos a ese gran señor, dominado por una pulsión irresistible, arrojándose sobre una pobre mucama en sus departamentos ni arrinconar a una novelista de su época en una escalera.
Observo que las feministas, que tienen razón en protestar contra una cierta propaganda machista, eligieron como eslogan “los hombres se descontrolan, las mujeres pagan el pato”, y no, hubiera sido más valiente, “somos todas mujeres de la limpieza negras y musulmanas”. De todas maneras, en el punto en que estamos, la película espectacular acaba de empezar, se volverá más oscura a medida que pasen los días y corran los millones de dólares. Mientras tanto, DSK se convirtió en el marido más costoso del mundo. Su mujer es heroica, tenemos que reconocer su sistema nervioso.
¿La razón profunda de este tsunami? El aburrimiento. Un aburrimiento angustiante, sofocante, irrefrenable, que invadió, poco a poco, a este rey del mundo financiero, ya virtual presidente de
Dominique Strauss-Kahn no podía más, quiso una nueva sensación del riesgo, de la depredación, sin duda una revancha siniestra sobre una madre castradora. Tragedia, descenso a los infiernos, pongamos que sí, pero también una paz, una gran paz. Ahora sí que tendrá tiempo de leer y escuchar música, voy a enviarle mi novela Mujeres, que le enseñará muchas cosas, y una buena grabación de Don Giovanni de Mozart (que debería prohibirse en los Estados Unidos, ya que tiene al menos dos escenas de violación). ¿O le debo enviar flores a la desdichada Ofelia? No lo sé.
Publicado en Le Journal du dimanche, 29 de mayo de 2011. Traducción: Hugo Savino. Encontrado aquí.
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