viernes, mayo 20, 2011

Mayo de 2011


ALBERT LLADÓ | La Vanguardia

La gente –de todas las edades, se diga lo que se diga– ha llenado las plazas para mostrar su indignación hacia la clase política. Pero, ¿de qué se quejan?, ¿qué quieren? Algunos están muy preocupados por los casi cinco millones de parados. Otros vienen de movimientos anti-capitalistas, del decrecimiento, del creative commons, de la lucha por la igualdad de género, o simple y llanamente creen que el actual sistema de representación no les representa. Poca broma.

Hay personas a las que las acampadas les recuerda el Mayo del 68, otros que reivindican un discurso nuevo para un nuevo mundo, se palpan nostálgicas reminiscencias del movimiento hippie, y hay obreros que, después de dedicarle toda una vida a su trabajo, se ven en la calle y sin esperanzas. Hay empresarios, y liberales, que no entienden que el rescate sea a los bancos, y no a los autónomos. Y el “basta ya” a los recortes, la defensa de la sociedad del bienestar que ve cómo algunos de sus puntales, como la Educación o la Sanidad, se tambalean mientras se mantienen sueldos millonarios de directivos y políticos. ¿De quién es culpa la crisis?

Y la corrupción. Y los responsables de la burbuja inmobiliaria, y la financiación ilegal, y la aparente inmunidad de unos cuantos frente a las dificultades del resto. La prensa, también en el punto de mira. Y el bipartidismo, y el marketing como único relato. Hay parados, padres jóvenes, estudiantes, jubilados, turistas, personas que han visto en las revueltas árabes un referente, y adictos a la redes sociales. Las asambleas en cada esquina convierten los lugares de paso en ágoras improvisadas. No todo el mundo está de acuerdo, ni falta que hace.

Algo se veía venir. Parecía impensable hace unos años que un libro como ¡Indignaos!, de Stéphane Hessel, se convirtiese en un best seller. Un texto de poco más de 30 páginas que, tal y como reconoce el propio autor, “no aporta las respuestas”. El mismo Hessel, activo luchador de la resistencia francesa y uno de los redactores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, pone como ejemplo otros libros mucho más consistentes y “elaborados” como La Voie (La vía), de Edgar Morin, o el ensayo de Susan George, Sus crisis, nuestras soluciones.

Pero el diagnóstico es demoledor. Tanto, que el texto de este venerable anciano de 93 años se convirtió en un éxito de ventas (…), después de que en Francia ya hubiese vendido más de medio millón de ejemplares. Para Hessel, “la indiferencia es la peor de las actitudes” y, por ello, aboga por la indignación como una reacción humana, de dignidad, de resistencia ante las absurdas imposiciones. Para el autor, que nació en Berlín pero vive en París desde los siete años, “la no violencia es el camino que debemos aprender a seguir” y no duda en hablar de “insurrección”. Los referentes no faltan: desde Martin Luther King, pasando por Mandela.

Muy influenciado en su juventud por las lecturas de Sartre, especialmente por La náusea y El muro, Stéphane Hessel se apoya en el hegelianismo para encontrar un sentido a la Humanidad: “la libertad del hombre progresa etapa por etapa”. También José Luis Sampedro, que es responsable del prólogo de la edición española (publicada por Destino), pide estar en “alerta para no bajar la guardia”.

Hessel sólo apunta, pero, aunque las actuales movilizaciones responden a muchos factores – diversos y complementarios -, su libro ha servido como mecha de algo incierto y nuevo. Y, sin imaginarlo, le ha puesto nombre. El primer componente esencial del Hombre - nos dice – es “la facultad de indignación”. El segundo, “el compromiso que la sigue”.

1 comentario:

  1. Voy a escribir con dolor. Dolor porque el 15M cae simpático. Pero pasada la resaca, la felicidad del aire ¨salud y anarquía¨. Los medios, los poderosos que se están enriqueciendo a mano llena se encargarán de limpiar el último papelito de la calle. No los salvará Twitter. Quedará por lo menos la satisfacción de esta gente de sacarse las ganas. Que no es poco.

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