¿Es posible una novela surrealista? ¿O novela y surrealismo son dos ideas que se combaten la una a la otra? Existe una imagen surrealista, tomada de Lautreamont, que acerca entre sí los elementos más alejados posibles (“el encuentro fortuito sobre una mesa de disección, de una máquina de coser y un paraguas”), y un automatismo de escritura, “ajeno a toda preocupación estética”. De esta imagen y este automatismo derivan una poesía y hasta una prosa (corta) surrealista.
Pero ya en el primer “Manifiesto del Surrealismo” (1924), André Breton se las había agarrado con Dostoievsky, la observación, el estilo descriptivo, Anatole France y Stendhal, con esos textos que “toman un personaje y, tras haberlo descripto, lo hacen peregrinar a lo largo y a lo ancho del mundo”. Y cuando califica como surrealistas a Swift o a Sade, no los rescata por su capacidad narrativa, sino por su “maldad” y “sadismo”, respectivamente.
En el origen de la conformación del pensamiento surrealista estuvo René Crevel. Sus experiencias con sueños hipnóticos inducidos, aprendidos de una médium espiritista que había conocido en sus vacaciones, fueron el primer procedimiento que utilizaron, en 1922, para indagar lo que llamarían la surrealidad. También fue Crevel el que indujo a los surrealistas a experimentar con drogas.
(sigue en Ñ)
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