martes, diciembre 07, 2010

Territorio Highsmith




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Por Amelia Castilla

Nadie dijo que fuera una mujer fácil. No era simpática, rara vez era educada y adoraba los caracoles. Patricia Highsmith (1921 Texas-1995 Lucarno) poseía un talento excepcional pero solía decir lo que pensaba abiertamente, lo que no resultaba fácil de digerir. "Creo que mis libros no deberían estar en las bibliotecas de las cárceles", escribió con prudencia en 1956 la creadora de Mr. Ripley, su personaje más emblemático. Llenó casi 8000 páginas, escritas en cuadernos y diarios, redactados en cinco idiomas, en las que describió con pelos y señales a sus amantes comparándolas entre sí, apuntó sus opiniones siempre polémicas, los martinis que bebía y hasta las cuentas mínimas del supermercado. Highsmith adoraba manejar y elaborar mapas, tablas, planos, listas y esquemas. Con todo ese material, Joan Schenkar (Seatle, 1952) ha construido Patricia Hignsmith (Circe), una biografía atípica juntando lo que escribía con lo que vivía. Siguiendo los pasos de Virginia Woolf, que definió la biografía como un arte impuro que habría que escribir separando las dos clases de verdades: la cáscara (los hecho) y el átomo (la vida interior), ha unido en casi 800 páginas los detalles concretos de la vida de la escritora con una cronología comentada de su vida y obra. En los anexos se encuentra también el Nueva York de la escritora con las direcciones de su vida y los domicilios donde alojaba a sus asesinos que no eran otros que los que usaba ella o sus amantes.

Highsmith fue una creadora increiblemente prolífica. "Tengo ideas con tanta frecuencia como las ratas tienen orgasmos", contó, Las ideas llegaban en forma diversas; además de las obras publicadas, dejó más de doscientos manuscritos, 38 cuadernos de apuntes, y al menos 18 diarios. Fabricaba muebles, esculpía figuras, confeccionaba sus propias tarjetas de Navidad.... "Discutir con Pat", cuenta una de sus amantes, "era como discutir con un perro rabioso. Podía morderte. Pero no era el miedo a que te mordiera, era el miedo a darte cuenta de que habría sido mejor no hacerlo. (...) Cuando llegué a entenderla sentí lástima por ella. Me pareció que estaba apartada del amor en su forma más sencilla: el amor a los padres". Odiaba a su padrastro y las relaciones con su madre no podían ser peores. "Quiere recibir atención como una actriz", escribió Pat cuando su madre, languideciendo en una residencia de ancianos de Texas, le suponía un gasto extra en pañales para adultos. Unos años antes, Mary Highsmith le había escrito a su hija: "Estoy segura de que, si pudieras, con mucho gusto me meterías en Dachau sin pensártelo ni un minuto". Sin duda el territorio Highsmith es otro mundo.

-Papeles Perdidos

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