domingo, diciembre 19, 2010

Silvio el Supremo

Echar una mirada desde lejos al personaje Silvio Berlusconi es como ver una de esas tragicomedias italianas de viejos tiempos que conjugaban risas y lágrimas: risas por el trazo grueso de sus actitudes públicas, lágrimas por la desesperanza que este tipo de políticos genera particularmente en la juventud. Es eso que muchos han definido como “felliniano”. Y no solamente eso: también recuerdan a los clásicos inspirados por la mafia. Uno de los análisis más contundentes sobre la relación del primer ministro italiano con lo mediático, la plataforma de lanzamiento que le permitió alcanzar un poder muy amplio, es Videocracy, el documental del cineasta italiano residente en Suecia Erik Gandini.

Videocracy intenta retratar desde el interior las consecuencias de un experimento televisivo del que los italianos han sido objeto durante tres décadas. Gandini obtiene acceso a las esferas más poderosas y se acerca incluso a la villa veraniega del líder del partido Popolo della Libertà en Cerdeña, y revela las claves de la que ahora se conoce como la República Televisiva Italiana, una nación en la que pasar de presentadora de TV a ministra de Equidad de Género es algo absolutamente natural.

“Italia ocupa el 73° lugar en el mundo por libertad de prensa. El 80 por ciento de los italianos usa la TV como principal fuente de información... Basta aparecer”, dicen las leyendas entre imágenes de Berlusconi en distintos momentos de su vida pública. El film participó en el Festival de Venecia de 2009 y levantó polvareda: no lo emitieron ni la pública RAI ni la privada Miediaset aduciendo que conlleva “un inequívoco mensaje político de crítica al gobierno” que no puede ser difundido sin la proyección inmediata de una versión que ofrezca un punto de vista distinto, para asegurar el principio del pluralismo. Esas fueron las palabras de Mediaset, que preside Piersilvio Berlusconi, hijo de Silvio.

El estreno de este trabajo puede relacionarse con el reciente pase de valiosos documentales del argentino Rubén H. Oliva, entre ellos Cuando estaba Silvio (Quando c’era Silvio, que puede verse en YouTube), que incluye imágenes del mausoleo inspirado en la tumba de Tutankamón, que construyó en Accora, y testimonios de los jueces que investigaron sus vínculos con la mafia siciliana, y Mundialito, de Sebastián Bednarik, sobre el torneo de fútbol organizado en 1980 en el Uruguay, que habría sido el primer contacto fuerte de Berlusconi con el negocio de la TV en su país.

Gandini dijo que su interés era poner en la mira la “revolución cultural en la que la TV ha impuesto un nuevo estilo de vida, una nueva moral, basada en el exhibicionismo sexual”. El cineasta puso delante de su cámara a varios personajes televisivos de Italia, entre ellos Fabrizio Corona, un controvertido paparazzo al que no le avergüenza cobrar a las celebridades para no publicar fotos comprometedoras.

-Claudio D. Minghetti, La Nación


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