Echar una mirada desde lejos al personaje Silvio Berlusconi es como ver una de esas tragicomedias italianas de viejos tiempos que conjugaban risas y lágrimas: risas por el trazo grueso de sus actitudes públicas, lágrimas por la desesperanza que este tipo de políticos genera particularmente en la juventud. Es eso que muchos han definido como “felliniano”. Y no solamente eso: también recuerdan a los clásicos inspirados por la mafia. Uno de los análisis más contundentes sobre la relación del primer ministro italiano con lo mediático, la plataforma de lanzamiento que le permitió alcanzar un poder muy amplio, es Videocracy, el documental del cineasta italiano residente en Suecia Erik Gandini.
Videocracy intenta retratar desde el interior las consecuencias de un experimento televisivo del que los italianos han sido objeto durante tres décadas. Gandini obtiene acceso a las esferas más poderosas y se acerca incluso a la villa veraniega del líder del partido Popolo della Libertà en Cerdeña, y revela las claves de la que ahora se conoce como
“Italia ocupa el 73° lugar en el mundo por libertad de prensa. El 80 por ciento de los italianos usa
El estreno de este trabajo puede relacionarse con el reciente pase de valiosos documentales del argentino Rubén H. Oliva, entre ellos Cuando estaba Silvio (Quando c’era Silvio, que puede verse en YouTube), que incluye imágenes del mausoleo inspirado en la tumba de Tutankamón, que construyó en Accora, y testimonios de los jueces que investigaron sus vínculos con la mafia siciliana, y Mundialito, de Sebastián Bednarik, sobre el torneo de fútbol organizado en 1980 en el Uruguay, que habría sido el primer contacto fuerte de Berlusconi con el negocio de
Gandini dijo que su interés era poner en la mira la “revolución cultural en la que
-Claudio D. Minghetti,
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