martes, noviembre 30, 2010

El discurso vacío



[Alejandro] Amenábar es, en efecto, un síntoma. Un síntoma de muchas cosas: de la necesidad de sacralizar nuevas formas de excelencia que, por lo general, están sustentadas en un sentido del espectáculo formulado sobre un discurso vacío. Para mí, Alejandro Amenábar es un conjunto vacío, una pantalla sobre la que la comunidad proyecta su propia idea —incluso sus diversas ideas— sobre la excelencia. Es el paradigma del autor eficaz en lo técnico, pero poco problemático en lo ideológico. Es la exacerbación de la idea del artista apolítico en el sentido más amplio de la palabra.
-Jordi Costa *

Entrevista completa en Libro de Notas.

* Crítico y agitador cultural español. En los últimos años ha formado pareja con el historietista Darío Adanti y juntos se han lanzado en una cruzada contra la estupidez y la tecnificación cultural a través (entre otras cosas) de dos cómics: Mis Problemas con Amenábar y 2000 años de cine. Acaba de editar Una risa nueva, compendio de artículos, ensayos ficcionados e historietas sobre “posthumor”.

De la alarma al ninguneo

El efecto de la publicación de los Papeles del Departamento de Estado rebota de un lado a otro del planeta con reacciones de muy distinta intensidad. Si Washington define la filtración de 'irresponsable y dañina', ha pasado a acciones concretas, el comentario de la Alta representante de la Política Exterior y de Seguridad Común de la UE, Catherine Ashton, es lacónico. 'Tomamos nota de estos informes. No tenemos ningún comentario particular al respecto', se ha limitado a decir la portavoz de Ashton en rueda de prensa.

Las publicaciones de Wikileaks

(sigue en El País de Madrid)

El amor





Ella dijo: "Estuve enamorada de ti alguna vez, pero ya no te amo más". Ella nunca me dijo en su momento: "Estoy enamorada de ti". Pero sí que alguna vez estuvo enamorada de mí...

Stephen Dixon, Mac in Love (The Stories of Stephen Dixon)





-Bertigo

Mario Monicelli 1915-2010



© Floriana Joannucci

lunes, noviembre 29, 2010

Largó la lista

La revista Sight & Sound acaba de dar a conocer su lista de las películas del 2010, según las preferencias de 63 críticos de diversas partes del mundo.

1) La Red Social (The Social Network, EE.UU., 2010), de David Fincher.

2) La Leyenda del Tío Boonmee (Loong Boonmee raleuk chat, Tailandia-GB-Francia-Alemania-España-Holanda, 2010), de Apichatpong Weerasethakul.

3) Another Year (GB, 2010), de Mike Leigh.

4) Carlos (Francia, 2010), de Olivier Assayas.

5) The Arbor (GB, 2010), de Clio Barnard.

6) Io sono l’amore (Italia, 2009), de Luca Guadagnino.

7) Winter’s Bone (EE.UU., 2010), de Debra Granik.

8) Autobiografia lui Nicolae Ceausescu (Rumania, 2010), de Andrei Ujica.

9) Filme Socialisme (Francia-Suiza, 2010), de Jean-Luc Godard.

10) Nostalgia de la Luz (Francia-Alemania-Chile, 2010), de Patricio Guzmán.

11) Poesía (Shi, Corea del Sur, 2010), de Lee Chang-dong.

12) Un profeta (Un prophète, Francia-Italia, 2009), de Jacques Audiard.

13) Copia certificada (Copie Conforme, Francia-Irán-Italia, 2010), de Abbas Kiarostami.

14) Meek’s Cutoff (EE.UU., 2010), de Kelly Reichardt.

15) Canino (Kynodontas, Grecia, 2009), de Giorgos Lanthimos.

16) Enter the Void (Francia-Italia-Alemania, 2009), de Gaspar Noé.

17) Mistérios de Lisboa (Portugal-Brasil-Francia, 2010), de Raúl Ruiz.

18) Des hommes et de Dieux (Francia, 2010), de Xavier Beauvois.

19) Aurora (Rumania-Suiza-Alemania-Francia, 2010), de Cristi Puiu.

20) Exit Through the Gift Shop (GB-EE.UU., 2010), de Banksy.

21) Le Quattro Volte (Italia-Suiza-Alemania, 2010) de Michelangelo Frammartino.

22) El escritor oculto (The Ghost Writer, Francia-Alemania-GB, 2010), de Roman Polanski.

23) Over Your Cities Grass Will Grow (GB-Francia-Holanda, 2010), de Sophie Fiennes.

Mi definición de la ciencia ficción

por Philip K. Dick

Definiré ciencia ficción, primero, diciendo qué no es ciencia ficción. No puede ser definida como “una historia (o novela u obra teatral) ambientada en el futuro”, dado que existe algo como la aventura espacial, que está ambientada en el futuro pero no es ciencia ficción. Es justamente eso: aventuras, peleas y guerras en el futuro en el espacio incluyendo tecnología superavanzada. ¿Por qué, entonces, no es ciencia ficción? Parecería serlo, y Doris Lessing, por ejemplo, así lo cree. Sin embargo, la aventura espacial carece del elemento distintivo: una idea nueva, ingrediente esencial de la ciencia ficción. Además, puede haber ciencia ficción ambientada en el presente: la novela o cuento de mundos alternativos. Así que si separamos a la ciencia ficción del futuro y también de la tecnología ultraavanzada, entonces ¿qué nos queda que pueda ser llamado ciencia ficción? Tenemos un mundo ficticio; ése es el primer paso: es una sociedad que en realidad no existe, pero está basada en nuestra sociedad... esto significa que nuestra sociedad actúa como un punto de partida para ella; la sociedad se aparta de la nuestra de algún modo, tal vez en forma ortogonal, como en la historia de mundo alternativo. Es nuestro mundo dislocado por algún tipo de esfuerzo mental de parte del autor, nuestro mundo transformado en aquello que no es o no es todavía. Este mundo debe diferir del dado en al menos un punto, y este punto debe ser suficiente como para permitir que se den hechos que no podrían suceder en nuestra sociedad... o en ninguna sociedad conocida, pasada o presente. Debe haber una idea coherente envuelta en esta dislocación; esto significa que la dislocación debe ser conceptual, no meramente trivial o extraña. Esta es la esencia de la ciencia ficción, la dislocación conceptual dentro de la sociedad para que se genere en la mente del escritor una nueva sociedad, que transferirá al papel, y del papel pasará como una conmoción convulsiva a la mente del lector, la conmoción de la imposibilidad de reconocimiento. Sabe que no está leyendo sobre su mundo.

Ahora, es imposible separar a la ciencia ficción de la fantasía. Y un rápido pensamiento no mostrará el porqué. Tómese la psiónica; tómese a los mutantes como los que encontramos en el maravilloso Más que humano de Ted Sturgeon. Si, de todos modos, cree que los mutantes no son, como los hechiceros y los dragones, posibles, ni lo serán jamás, entonces está leyendo una novela de fantasía. La fantasía implica lo que la opinión general considera como imposible; la ciencia ficción implica lo que la opinión general considera posible en las circunstancias apropiadas. Esto está, en esencia, reclamando un juicio, dado que lo que es posible y lo que no lo es (ni puede serlo) implica una creencia subjetiva de parte del lector.

Ahora definamos qué es buena ciencia ficción. La dislocación conceptual –la idea nueva, en otras palabras– debe ser auténticamente nueva (o una nueva variación de una vieja) y debe ser intelectualmente estimulante para el lector; debe invadir su mente y despertarlo a la posibilidad de algo en lo que no había pensado. Así, “buena ciencia ficción” es una expresión de valoración, no algo objetivo, y sin embargo, creo que hay algo que, objetivamente, se puede llamar buena ciencia ficción.

Pienso que el Dr. Willis McNelly, en la California State University en Fullerton, lo dijo mejor cuando señaló que el verdadero protagonista de una historia de ciencia ficción es una idea y no una persona. Si es buena ciencia ficción, la idea es nueva, es estimulante y, probablemente lo más importante de todo, libera una reacción en cadena de ideas ramificadas en la mente del lector; por decirlo así, abre la mente del lector para que ésta, como la del autor, comience a crear. De esa manera, la ciencia ficción es creativa e inspira creatividad, algo que la ficción general no hace. Los que leemos ciencia ficción (y ahora estoy hablando como lector, no como escritor) la leemos porque amamos la experiencia de esta reacción en cadena de ideas que son liberadas en nuestra mente por algo que leemos, algo con una idea nueva; de ahí que la mejor ciencia ficción finalmente termine siendo una colaboración entre el autor y el lector, en la cual ambos crean y disfrutan haciéndolo: la alegría es el ingrediente final y esencial de la ciencia ficción, la alegría de descubrir lo nuevo.

My Definition of Science Fiction (1981)

Traducido por Jaime Trillo, Cuasar

domingo, noviembre 28, 2010

Memoria de la imagen


"La cinefilia en este sentido abrió un espacio de debate, de litigio, de discursividad. En el fondo, creó un espacio de memoria, de circulación, de narración y de interpretación de las imágenes. A partir de las películas creó un mundo del cine. Podríamos decir que el cine se hizo arte haciéndose mundo. Se hizo arte mediante un proceso constante de alteración que transformó finalmente las películas al constituirles un espacio. Y este mundo fue objeto de una forma particular de negociación entre arte y no arte"

-Jacques Rancière
Fragmento de la conferencia brindada en Buenos Aires, 2005
Puede leerse completa aquí.

Las 10 mejores novelas de ciencia ficción

por Michael Moorcock

Michael Moorcock es un provocador. Desde la revista New Worlds hostigó al conservador universo de la ciencia ficción, albergando en sus páginas la vanguardia del género. Su ficción también, en distintos niveles, rompió con las reglas de los géneros que abordó. Y esa actitud, la provocación, no está ausente en esta breve lista de las mejores novelas de ciencia ficción.

***

Creo que, más allá de Wells, Ballard y Aldiss, debe haber sólo unas diez novelas de ciencia ficción que me gustaron. La mayor parte de la ciencia ficción es fundamentalmente retrospectiva, como la política moderna. Las grandes naves espaciales tienen un inmediato efecto soporífero (¡la primera vez que me quedé dormido en 2001 estaba junto al amable Arthur C. Clarke!). De manera que, si no se ha leído nada de ciencia ficción, esta lista podría ser útil. Pocos de estos libros mencionan naves espaciales, pero todos son de escritores sustanciales y la mayoría tiene el característico tono elegíaco heredado de Shelley y Wells.

1. Barbagrís, de Brian W. Aldiss

P. D. James empleó un argumento similar pero lo corrompió con mala prosa y pobre especulación. Temprano prodigio ecológico, Aldiss nos ofrece un mundo destruido por el consumismo. Se trata de la parábola original de ‘Viejos Gruñones en un Mundo sin Niños’. Humana, inteligente, lírica, es por lejos la mejor.

2. El mundo sumergido, de J. G. Ballard

¡Una visión de comienzos de los ’60 del calentamiento global! Ballard es el más humanista entre los escritores que mejor predijeron el futuro. Esta novela me demostró por primera vez que Ballard era algo más que un gran escritor de cuentos de cf al estilo de Bradbury. Ballard, como Aldiss y como yo mismo, creció en un mundo esencialmente postmoderno, y encontró en la ciencia ficción una forma de describir esa experiencia. Otra Tierra elegíaca regresada al útero. Al fin solos.

3. The knights of the limits, de Barrington Bayley

Bayley, junto a Ballard y a mí, fue uno de los conspiradores originales que se encontraban un par de veces a la semana para hablar sobre la revista New Worlds, nuestra tribuna para lo que llegó a ser el ‘postmodernismo’. Un escritor intelectual muy fino. Aquí, Bayley es más incisivo y sustancial que Borges.

4. 334, de Thomas M. Disch

Campo de concentración es el otro Disch que recomendaría, pero 334 tiene personajes más ricos y más humanidad. 2021. Todos los personajes viven en el 334 E de la 11th, Nueva York. Mayormente jóvenes, muy atractivos, los intensos personajes tratan con problemas que todos nuestros hijos tendrán que enfrentar. Un material maravilloso.

5. El hombre hembra, de Joanna Russ

Russ es una de las primeras y mejores escritoras feministas duras que encontraron en la ciencia ficción un buen medio para tratar sus intereses. Más ingeniosa y cruda que Ursula LeGuin, más enojada que Octavia Butler, la novela es una mirada enérgica a la condición femenina.

6. Las estrellas mi destino, de Alfred Bester

Tiene también un toque de space opera, pero barroco más que tecno. Esta Tierra manejada por corporaciones fue descrita en 1955. Gobiernan las familias Nestlé, Heinz e IBM. Política bizantina en el futuro. Uno se enamora de los personajes. La leí en un día lluvioso en París en el viejo Mistral, en 1957, y me hizo pensar que la ciencia ficción podía valer la pena. La cita de apertura es de Dickens, gran parte del argumento es Dumas jacobino. Venganza, redención, análisis social en el contexto del macartismo. La mejor ciencia ficción norteamericana es de los izquierdistas en medio de la locura de los ’50.

7. El hombre en el castillo, de Philip K. Dick

Al considerar la locura de los ’50 y ’60 en los Estados Unidos, cuando los presidentes estaban preparados para arriesgarse a destruir el mundo para lograr una reelección, Dick se pregunta si hubiese sido diferente si los alemanes y japoneses hubieran conquistado América.

8. Mercaderes del espacio, de Frederik Pohl y C. M. Kornbluth

Judith Merrill revela en sus memorias recientemente publicadas que la mayoría de los escritores de ciencia ficción neoyorquinos de los ’40 y ’50 estaban divididos entre troskos y stalinistas. La mejor ciencia ficción norteamericana tiene sus raíces en esos orígenes ardientes. El consumismo trasladado a los planetas, a lo Star Wars. Hay, amigos, una tradición izquierdista norteamericana...

9. Roderick at Random, de John Sladek

Sladek fue el más sutil e inteligente de los humoristas de la ciencia ficción. Como Bayley, escribió profundamente sobre los problemas que podría encontrar la inteligencia artificial. Él, también, se adelantó a su tiempo en la comprensión de la naturaleza de la bestia corporativa. Murió recientemente y la mayor parte de su obra es reeditada en inglés con demora.

10. The Exploits of Engelbrecht, de Maurice Richardson

Aunque no es realmente ciencia ficción, despertó tanto entusiasmo en mí, en Ballard y en otros, que merece su inclusión aquí. Richardson, por cierto, sabía de ciencia, de literatura y de surrealismo. Si uno no conoce el Club de Deportes Surrealistas o El Día que jugamos Marte (ilustrado por Searle, Hoffnung y Boswell en una edición extraordinaria) no sabe de literatura inglesa.

© 2003 del autor

Traducido por Luis Pestarini, Cuasar

Patti Smith sobre Bolaño

La cantante y poeta Patti Smith, quien acaba de recibir el National Book Award por sus memorias, estuvo en Madrid para homenajear a Roberto Bolaño.

Un fragmento de la entrevista con ABC:

—¿Cuandó encontró Patti a Roberto?

—Le encontré a través del título de un libro: «Detectives salvajes». Lo leí y pensé, «alguien me ha robado mi título». Mi conexión con él es como lectora, pero también como escritora, leerle me activa las energías de la escritora que soy.

—¿Creo que está aprendiendo español para leerle?

—Lo intento, pero soy fatal con los idiomas. Pero si Dios me concediera el deseo de aprender un idioma, elegiría el español para leer a Bolaño. «2666» es la primera obra maestra del siglo XXI.

—¿Por qué gusta tanto en EE.UU.?

—Bolaño es como el rock and roll, al lector le da una sensación de revolución, de energía sexual, de pecado floreciente; juventud y tragedia. Te da todo lo que necesitas. Es el escritor perfecto para el nuevo siglo.

¿Es Deckard un replicante?

Photobucket

1992 fue el año en que para celebrar el décimo aniversario de Blade Runner y editarla por primera vez en DVD, Ridley Scott se propuso realizar las oportunas modificaciones para enseñar al mundo aquella que debería haber sido su propia visión del film, pudiendo por fin eliminar los elementos impuestos. Esto se debió a la fortuita aparición en los archivos de la Warner de una copia en mal estado de la secuencia inédita del unicornio, que al ser añadida acabó por desatar la polémica. El montaje fue conocido como Blade Runner: The Director’s Cut. Pero a Scott no le fue concedido el tiempo suficiente para realizar todo cuanto tenía planeado, ni siquiera para restaurar debidamente la secuencia reaparecida, dando como resultado un “Montaje del Director” que en realidad lo era a medias, y que aunque otros pusieran las palabras en su boca, él jamás reconoció como tal.

Toda esta larga historia de batallas concluyó el pasado 2007 en el 25 aniversario de la película, una vez los derechos del film se vieron libres de las manos de Jerry Perenchio y los demás productores. Así, Blade Runner: The Final Cut (el Montaje Final) es la versión supuestamente definitiva de esta obra maestra, gozando de un impecable limpieza de sonido e imagen (aún a costa de perder el ya familiar tono azulado de la fotografía por un tono más verdoso, que aporta al film un aspecto más opresivo y “tóxico”), y en la que se han ocultado digitalmente elementos como los cables de los Spinners aéreos, y especialmente solucionado los numerosos errores de continuidad del metraje: el rostro de Zhora (Joanna Cassidy) en la escena de su muerte, la boca de Harrison Ford durante su breve diálogo con el vendedor de serpientes, el primer plano de Roy en la cabina telefónica.

(sigue en Planetas Prohibidos)

Corromper el mundo

[foto de la noticia]

No hace mucha falta presentar a Jean Genet, la gran bestia de la literatura del siglo XX. Brutal, caótico, lleno de talento y resentimiento, lúcido, decantado siempre hacia el error y el horror... En el centenario del escritor francés, la editorial RBA publica la casi autobiográfica Diario de un ladrón, y Errata Naturae reedita su novela Milagro de la rosa y publica, por primera vez en castellano, El enemigo declarado, una recopilación de artículos y entrevistas de Genet. En ellas, el autor hace eso, precisamente: presentarse. Por ejemplo:


Pantera negra

“Dos miembros del Partido de los Panteras Negras vinieron a verme a París y me preguntaron qué podría hacer para ayudarles. Creo que lo que ellos tenían pensado es que les ayudase desde París, pero les dije: ‘Lo más sencillo es ir a América’. Me pareció que mi respuesta les sorprendía un poco. Me dijeron: ‘Entonces venga. ¿Cuándo quiere venir?’, Dije: ‘Mañana’. Quedaron todavía más extrañados, pero al instante siguiente reaccionaron: ‘Muy bien, alguien irá a recogerle’. De esa manera me fui. Sin visa, por cierto”

“Siendo sincero, debo decir que, en un principio, lo que me conmovió [de los Panteras Negras] no fue su preocupación por cambiar el mundo. Claro está que eso no llegará y no me es indiferente, pero lo que me hizo sentir cercano a ellos de inmediato fue el odio que profesan por el mundo blanco, su empeño por destruir una sociedad, romperla. Empeño que fue el mío desde muy joven, aunque no pidiera cambiar el mundo yo solo. Sólo podía pervertirlo, corromperlo un poco”.

[Entrevista con Michèle Manceaux, 10 de mayo de 1970]


Hitler

“¿Qué significa esta fascinación por las bestias, los asesinos, Hitler? En términos más directos, más simples, también, le recuerdo que no tengo ni padre ni madre, que fui educado por servicios de la Asistencia pública, que de muy joven supe que no era francés, que no pertenecía al pueblo. Lo supe de una forma muy tonta, muy idiota: el maestro de la escuela nos pidió escribir una redacción, cada alumno debía describir su casa y yo hice la descripción de mi casa. Parece ser que mi redacción era, según el maestro de la escuela, la más bonita. La leyó en voz alta y todo el mundo se rió de mí, decían: ‘Pero si eso no es una casa, si es un niño abandonado...’. En ese momento, sentí un gran vacío, una gran humillación. Enseguida me sentí tan extranjero, ¡ah, no!, la palabra no es lo bastante fuerte. Odiar Francia no es nada, es, más que odiarla, vomitarla, bueno... yo... el hecho de que el ejército francés, lo más prestigioso que había en el mundo hace 30 años, hubiese capitulado ante las tropas de un caporal austríaco, pues bueno, me hizo feliz”.

[Entrevista con Jabal Al-Hussein, 1 de julio de 1974]

Soledad

“Voy a hablarle brevemente de mi historia personal. Empecé por escribir cinco libros en la cárcel, podría decirse; no seis sino cinco. Y crear es hablar siempre de la infancia. Siempre es algo nostálgico. En todo caso, mi escritura y la escritura moderna, sobre todo. Usted sabe tan bien como yo o probablemente mejor, que la primera frase de toda la obra proustiana empieza así: ‘Durante mucho tiempo me he acostado temprano’. Cuenta su infancia y la narración de su infancia dura 1.500 páginas o más de 2.000. Ahora bien, yo empecé a escribir 30 años, a esa edad. Cuando dejé de escribir, tenía 34, 35 años. Pero se trataba de un sueño. O, al menos, sí, una ensoñación. Lo había escrito en la cárcel. Una vez en la cárcel, me sentí perdido. Y no me encontré en el mundo real hasta estar con estos dos movimientos revolucionarios: los Panteras Negras y los palestinos”.

-El Mundo

sábado, noviembre 27, 2010

Jesse Lenz



El aire que respiramos

Hay que ser muy osado para titular un film Poesía, sobre todo en Corea del Sur, de donde es originario. Ni allí ni en ningún sitio, la verdad, está nadie para sonetos. Y sin embargo, tras ver esta Poesía de Lee Chan-Dong, no se le ocurre a uno nombre más adecuado. Poesía, sí. Poesía necesaria como el cine que consumimos a 24 imágenes por segundo. O como ese aire que respiramos, que decía el poeta.

Chan-Dong afronta una tragedia asfixiante: la de una mujer que sabe que su nieto está implicado en un horrible crimen. Una mujer mayor que, además, descubre el gusto por las palabras –que también es el gusto por la poesía– precisamente cuando está perdiéndolas. El alzheimer la tiene acorralada. ¿Típico melodrama? Podría serlo, en el mal sentido. Un melodrama de sentimientos trasnochados y cumbres lacrimógenas perdidas entre la publicidad televisiva de media tarde. Pero no; nada de eso. El gran cineasta que es Chan-Dong (cineasta universal, no de gueto asiático) trasciende la dolorosa anécdota de esta mujer angustiada, nada valiente y cada vez más sola, para elevarla a un terreno de significado esencial: ¿qué significa la poesía con un futuro tan negro?, se pregunta el director. La película es imprevisible, moviéndose con la misma indeterminación que la mujer en cuestión, encarnada con desarmante convicción por la gran actriz Junghee Yun. No teman: el filme no es un canto vacío a la belleza estéril. Por el contrario resulta un ejercicio necesario, ahora más que nunca, de mirada descarnada. Mirar el mundo fijamente para nombrarlo. Buscar la palabra justa y el sentimiento verdadero. Y luego, atreverse a ser honestos. Eso es Poesía. Cínicos, abstenerse.

-Salvador Llopart, La Vanguardia

La máquina de pensar en Jorge

El primer editor de Mario Levrero lo recuerda en un texto que prologa la reedición de La máquina de pensar en Gladys (Irrupciones, 2010).

Por Marcial Souto

mario levrero

El manuscrito que cayó del cielo

Hay que ser afortunado para que el primer manuscrito que le toque a uno leer en la vida sea el de La ciudad de Mario Levrero. Hacia fines de 1969 un amigo, el dibujante estrella del semanario Marcha, Pancho Graells, me puso en contacto con un editor que quería hacer “una colección de libros de ciencia ficción para lectores jóvenes”. Después de una primera conversación con el editor, Pancho me presentó a un tal Jorge Varlotta, que acababa de ser finalista de un premio de novela organizado por su semanario. Varlotta traía bajo el brazo el manuscrito de la novela, firmado por Mario Levrero, y al dármelo me explicó que como la persona que escribía esas cosas era muy diferente de la que andaba por la ciudad aparentando normalidad, usaba para los textos de ficción el segundo nombre y el segundo apellido, casi un seudónimo. Esa noche leí La ciudad, donde una situación cotidiana, engañosamente trivial, esconde infinitas capas de misterio y tensión, y tomé la decisión de publicar como fuera ese libro único. Al día siguiente Jorge Varlotta me dio el manuscrito de La máquina de pensar en Gladys, suma de los cuentos que había escrito después de 1966, fecha de creación de La ciudad. Ese era mi primer proyecto profesional con un editor y creía haber encontrado algo muy especial. A partir de ese momento todo el esfuerzo estuvo dirigido a convencer a la editorial de que esos textos eran más atractivos que los que ellos querían editar y además era literatura uruguaya. Para acompañarlos propusimos una novela corta, amablemente fantástica, de José Pedro Díaz, y logramos imponer un nombre meramente descriptivo de la colección: Literatura Diferente. La ciencia ficción quedó reducida a dos delgadísimos volúmenes donde había sobre todo algunos cuentos fantásticos bastante raros que seguramente espantaron a todos los “lectores jóvenes”. Fueron cinco libros en total, que aparecieron durante 1970. Yo tenía veintidós años y Jorge veintinueve.

(sigue en Eterna Cadencia)

viernes, noviembre 26, 2010

Movie Posters:Horror, The Bride of Frankenstein (Universal, 1935). Teaser One Sheet (27" X 41") Style E.. ... (Total: 1 Item)

Un mundo perdido


Un vocabulario puede ser un mapamundi de la imaginación. Pongamos por caso esta relación alfabética de embarcaciones que faenaban -en la pesca, en el comercio, los descubrimientos geográficos, la exploración científica o en la guerra- durante los siglos de la navegación a vela:

albatoza, bajel, ballener, barbota, barca, barco, barcha, batel, bergantín, bricbarca, buque, buscio, carabela, cárabo, caramuzal, carraca, coca, cópano, chalupa, charrúa, chata, chinchorro, clíper, dorna, dromon, escorchapín, esquife, esquirazo, falúa, filibote, fragata, fusta, galera, galeaza, galeón, galeota, gata, gerba, goleta, gripo, grondola, haloque, jábega, jabeque, laúd, leño, londro, lugre, nao, navío, panfil, patache, pinaza, pontón, rampín, saetía, tafurea, tarida, tartana, urca, uxer y zabra.

A veces, en un vocabulario encontramos el mapa de un mundo perdido.

-Daniel Domínguez, La escuela de los domingos

Ibán Ramón



Perec en el laberinto

por Enrique Vila-Matas

Todavía no alinean a Perec al lado de Proust y de Céline en el gran canon de la literatura francesa del siglo pasado. Está demasiado vivo. Todavía hoy genera ideas, quizás incluso las genera más que antes, y mueve a los espíritus. Además, él no quería ser importante, huía de toda la parafernalia de lo solemne. Todavía hoy, cualquier línea suya da trabajo feliz a sus lectores. Es como si estuviera diciéndoles todo el rato que abran puertas, bajen escaleras, interroguen a todo aquello que les parezca que ha dejado de sorprenderles para siempre. Perec es un genio. Tiene una página de Tentativas de agotar un lugar parisino que puede perfectamente resumir su mundo: está sentado en un café de la plaza de Saint-Sulpice y se dispone a inventariar todo lo que ve allí (es decir, se prepara para agotar todo aquello que tiene delante, o al lado, en cualquier parte) y nos previene de que no está interesado en las estatuas de los cuatro grandes oradores cristianos de la plaza (Bossuet, Fénelon, Fléchier y Massillon) porque ya han sido suficientemente registradas y fotografiadas; quiere, en cambio, ocuparse de “lo que generalmente no se anota, lo que no se nota, lo que no tiene importancia, lo que pasa cuando no pasa nada, salvo tiempo, gente, autos y nubes”.

Experto en esquivar la grandeza, fue un maestro del arte de la atención a lo minúsculo. En ese descenso al territorio de lo pequeño reside paradójicamente su grandeza, que también se apoya en otra paradoja, su afán de que perdure el vacío de la vida: “Escribir es tratar meticulosamente de retener algo, de hacer que algo de todo esto sobreviva: arrancar algunos pedazos precisos al vacío que se forma, dejar en alguna parte, un surco, una huella, una marca, o un par de signos”.

(sigue en El País)

Pasolini vs. Bertolucci


Durante un primaveral 16 de marzo de 1975 se enfrentaron en Parma los equipos de rodaje de Novecento, de Bernardo Bertolucci, y Saló o los 120 días de Sodoma, la última película de Pasolini. Dos films que hablan sobre el Mal y sobre el principio de esperanza desde ópticas disímiles pero con un mismo objetivo. Es además el aniversario de cumpleaños de Bertolucci. El partido de fútbol es el punto cúlmine y además debía servir para restablecer la paz entre ambos, una incomprensión a causa de críticas formales de Pasolini y mal acogidas por su antiguo ayudante de dirección. El campo de fútbol es el de Citadella, no lejos de Tardini, allí incluso juega el Parma-B. Pasolini por supuesto juega de extremo y luce el brazalete de capitán. Su squadra lleva camisetas de su amado Bologna. El resultado (Novecento, 5 - Saló, 2), así apareció en las noticias de La Gazzetta di Parma, aunque la memoria de Bertolucci dirá que ganó su equipo 19 a 13 y que Pasolini había abandonado el campo enfurecido al sentirse ignorado por los jugadores más talentosos de su propio equipo. Tan sólo siete meses después de la derrota en Citadella y del descenso a los infiernos que significó captar la República fascista de Saló, Pasolini moría asesinado en Ostia. Nos queda su utopía deportiva, la vuelta al idealismo liceísta cuando jugar al fútbol-poesía era la cosa più bella del mondo.

(extracto de Pasolini y el fútbol-poesía de Nicolás González Varela / Rebelión)

Límite

Por Larry Rother | The New York Times

La película muda experimental Límite, que hizo el director Mário Peixoto en 1930, se ha convertido con los años en algo así como una leyenda entre los cinéfilos y es una película de la que se habla mucho aunque no tantos han visto. Ahora, sin embargo, existe una nueva versión restaurada de dos horas y este mes se la proyecta en una de las instancias más importantes del festival de la Fundación Mundial de Cine en la Academia de Música de Brooklyn.

Límite es un gran trabajo del cine mundial en el sentido de que es una película por completo independiente que ocupa un lugar extraordinario en la historia de Brasil y del cine”, señala Kent Jones, el director ejecutivo de la fundación.

Es probable que Límite, una película algo abstracta y muy poética en el plano visual, sea la que tenga la historia más larga y complicada. Peixoto tenía apenas 20 años y acababa de volver de Europa cuando la filmó, ocasión en que cedió a su gusto por las vanguardias, lo cual generó rechazo cuando buscó su distribución comercial. “Se temía que sucediera lo que había pasado con La consagración de la primavera de Stravinsky”, declara Saulo Pereira de Mello, el director del Archivo de Mário Peixoto en Río de Janeiro, haciendo referencia a los disturbios que tuvieron lugar en París en 1913 cuando se estrenó el ballet con música del compositor ruso.

Era una película muy vanguardista. La derecha cultural que prevalecía en aquel momento la defenestró, mientras que las distribuidoras la consideraron demasiado difícil para el público.” Peixoto, que pertenecía a la que en ese entonces era una de las familias más ricas de Brasil, nunca volvió a filmar (murió en 1992) y prefirió incursionar en la literatura y el teatro. Límite, sin embargo, terminó por convertirse en un film de culto.

Pero para fines de la década de 1950 las copias de Límite habían desaparecido o estaban tan deterioradas que la película corría el peligro de perderse. La restauración se basó en la que se consideraba la última copia. Comenzó en 1959 y continuó en tiempos más recientes bajo la dirección de la Cinemateca Brasileira, que en 1988 proclamó que Límite era la mejor película de la historia del cine brasileño.

jueves, noviembre 25, 2010

Las 10 mejores librerías del mundo

City Lights bookshop

Artículo en BBC Travel.

Elevaciones dormidas


Historia de una foto

Fotografía de Heidegger rodeado de tropas paramilitares de las SA y SS durante un rally de intelectuales y funcionarios del NS-Staat. (Click en la foto para agrandarla)

La foto, que ilustra este artículo, la publicó al otro día del encuentro el diario Illustrierte Zeitung (”Tiempo Ilustrado”): es el acto central en el Alberthalle de Leipzig, de izquierda a derecha aparecen el dirigente de las tropas de asalto pardas –las Sturm Abteilung (SA) de la NSLB (asociación de profesores nacionalsocialistas)– Schulrat Geyer de Sajonia; el rector de la Universidad de Leipzig, Dr. Arthur Golf; el rector de la Universidad de Hamburgo, Dr. Eberhard Schmidt; el Dr. y teólogo Friedrich K. Schumann de la Universidad de Halle; el profesor Dr. Emanuel Hirsch de la Universidad de Göttingen (¡teólogo y traductor de Kierkegaard!); otro dirigente de las SA y NSLB Arthur Göpfert de Dresden; por supuesto con su bigote recortado el Rektor Prof. Dr. Heidegger de la Universidad de Freiburg; el Dr. Wilhelm Pinder, historiador de arte de la Universidad de München (quién decía que el arte debía ser Äußerung unserer Rasse, “expresión de nuestra raza aria”); el rector Dr. Eugen Fischer de la Universidad de Berlín (un eugenista siniestro y amigo íntimo de Heidegger) y el Dr. en medicina Sauerbruch de la Universidad de Berlín. La ocasión era un Rally de intelectuales y científicos nacionalsocialistas por Alemania, bautizado como “Manifestación de la Ciencia Alemana”, con el fin de apoyar la decisión del Führer de abandonar la Sociedad de las Naciones. La idea del rally partió del Führer de la Asociación de Profesores Nacionalsocialistas (NSLB) de Sajonia, el Gauobmann Arthur Göpfert, que llegaría a ser una especie de ministro de educación sin cartera. Se suponía que lo más granado y destacado de la Intelligentsia nazi diera su apoyo a las últimas medidas tomadas por el gobierno de Hitler, entre ellas la suspensión de todos los derechos constitucionales, la prohibición de los partidos políticos, la disolución del Reichstag (Parlamento) y las dietas provinciales y, por supuesto, la política exterior agresiva del IIIº Reich.

El artículo completo de Nicolás González Varela en Nación Apache.

-El fantasma

El cine político de Robert Rodríguez

Si bien, a lo largo de sus películas, ha dado muestras claras de su interés por temas ligados a la inmigración mexicana a los Estados Unidos, el poder de las corporaciones y el “capitalismo salvaje” en ese país, nadie piensa demasiado en Robert Rodríguez como un cineasta político. Sus películas para chicos (la serie “Mini-espías”), sus filmes de acción, suspenso y aventuras Clase B, lo ubican más cerca de ser un émulo medio latino de Quentin Tarantino (su gran amigo) que en las compañías de los Costa-Gavras y Dardennes del mundo.

Sin embargo, “Machete”, más allá de sus bizarreadas de todo tipo (desde Lindsay Lohan vestida de monja, hasta descuartizamientos masivos y así), es una película esencialmente política donde el personaje del título (Danny Trejo), casi sin quererlo, pasa a ser (junto a esa especie de “Ché” femenino que encarna Michelle Rodríguez) una suerte de héroe de la causa de los inmigrantes mexicanos, legales o no.

La dureza con la que trata al mundillo de la política texana (representada en el senador que encarna Robert De Niro y sus secuaces) y la posición “intermedia” que debe asumir la agente del FBI (Jessica Alba) dejan de manifiesto de una manera durísima y que le trajo bastantes problemas en su estreno norteamericano qué es lo que Rodríguez piensa al respecto.

Si bien el filme en su espíritu revulsivo dispara dardos a todas partes, hay otro elemento clave que lo hace destacable y que confirma un cambio de rumbo que hace tiempo se nota en el director de “Desperado”: el rol de las mujeres. Rodríguez siempre las ha filmado de una forma bella y decorativa, propia de las tradiciones genéricas con las que trabaja, pero cada vez más (y este filme es radical al respecto) las ubica en posiciones de poder, de fuerza, de ser ellas quienes controlan, o pueden controlar la situación y ser líderes en situaciones de enfrentamiento.

Da la impresión de que cualquiera que elige a Michelle Rodríguez en un rol protagónico (ver “Avatar” y toda la carrera de James Cameron) está casi anunciando su feminismo con una gigantografía. Y es cierto. Pero a la vez RR no abandona el costado sexy y hasta erótico de sus personajes femeninos, lo cual puede generar alguna confusión.

No hay confusión alguna. El rescate del cine de explotación de los ’70 que hacen tanto RR como QT dejan en claro que esas películas (ver la carrera de Pam Grier) se caracterizaron por un feminismo trash y que el “mexplotation” de Rodríguez, como el “blaxplotation” de entonces, logran hacer que fuerza, independencia y sexualidad no sean vistas como contradictorias.

Las chicas de “Machete” son bellas, sexies, voluptuosas, pero también te ametrallan el rancho si se les canta…

-Diego Lerer, Micropsia

miércoles, noviembre 24, 2010

Los estigmas invasores

por Ángel Faretta

El 25 de noviembre de 1970 el escritor más famoso de Japón y el más conocido en el extranjero acababa de escribir: “Era un jardín resplandeciente y recoleto, sin rasgos de relieve. Como un rosario desgranado entre los dedos, el chillido estridente de las cigarras mantuvo su fuerza./ No había otro sonido. El jardín se hallaba vacío. Había llegado, pensó Honda, a un lugar sin recuerdos, sin nada. / El sol estival del mediodía caía sobre el jardín inanimado.” Era el final de su tetralogía El mar de la fertilidad. Luego se vistió con uniforme militar o paramilitar diseñado por él mismo y llegaron a continuación cuatro de sus más cercanos discípulos de un grupo llamado “Sociedad del escudo”. Se dirigieron en coche a una base militar de la ciudad.

Yukio Mishima –de él se trataba– había arreglado previamente una cita con el jefe de esa base. Siendo todo un personaje, le fue concedido tal privilegio. Cuando los recibió el comandante Mishima le comunicó que lo tomarían prisionero porque deseaba arengar a las tropas y para ello tenía que congregarlas en el patio de armas.

El discurso de Mishima apenas fue escuchado. Lo taparon los silbidos y los abucheos, al parecer proferidos con ese “wow” norteamericano sellando de manera hasta onomatopéyica el frustrado destino de la arenga del escritor vuelto militar. Incluso, según el filme que le dedicó Paul Schrader –producido por Coppola– algunos de los soldados reunidos en el patio le arrojaron latas con esa gaseosa casi sinónimo de ciertos hábitos alimentarios de los norteamericanos. De lo poco que se pudo oír, Mishima emprendía una diatriba contra el capitalismo occidental y el liberalismo que había afeminado al Japón hasta hacerlo irreconocible. Pedía –exigía– volver a honrar al emperador como la encarnación viva de la divinidad, según había sido creencia durante miles de años.

(sigue en Ñ)

Caos aparente

Por Agustín Fernández Mallo

Acaba de editarse en español, Ciclos del tiempo (una extraordinaria nueva visión del Universo), del cosmólogo Roger Penrose (edit. Debate). Un libro que expone, en clave especulativo-matemática, cómo, a su juicio, podría hacer aparecido el Big-Bang tal y como lo conocemos, y cómo será un futuro Big-Bang. Aunque la solapa ponga que es de “divulgación”, es un texto bastante difícil para su total comprensión, y dudo mucho que alguien que no sea especialista o no esté muy familiarizado con determinados conceptos de Teoría de la Relatividad General, o la “métrica”, o la “transformación conforme” pueda seguirlo y disfrutar. En cualquier caso, es un libro muy audaz, y “poético” en tanto la especulación alcanza en ocasiones la metafísica. Pero como aún no lo he terminado de leer no puedo decir más.

Pero a lo que iba, un aspecto muy puntual que leí hoy del libro: había una paradoja o contradicción en la cosmología moderna: 1) todo surgió de un estado muy desordenado –el Big-Bang–, la gran explosión, 2) por otra parte, la Segunda Ley de la Termodinámica afirma que todo avanza en el sentido de mayor desorden (mayor entropía), de manera que en el Big-Bang debería existir mucho más orden del que existe ahora, que han pasado millones de años.

Penrose resuelve esta contradicción de la siguiente manera: en efecto, en el Big-Bang había desorden, pero menos del que hay ahora. ¿Y en dónde existe hoy tanto desorden? Pues, en los agujeros negros, que según Penrose son los mayores generadores de entropía que se conoce en el Universo. Nadie –según dice el libro– había introducido esta variable de los agujeros negros hasta ahora para resolver la contradicción. Así la Segunda Ley de la Termodinámica queda salvada. Me ha sorprendido ese argumento porque parece que la lógica indica que un universo de partículas no ligadas –la sopa cósmica del Big-Bang– es más desordenado que un conglomerado de materia, como lo es un agujero negro. Pero no.

A veces hay canciones que poseen también una especie de Big-Bang, momentos en los que los sonidos parecen una mezcla sin sentido, pero que en realidad poseen mucho orden, están muy calculados. Eso pensé cuando escuché esta magnífica canción, Too much, del último disco de Sufjan Stevens, que tiene momentos de acumulación o grumos de aparente desorden. (Por cierto, en el modo de orquestar los temas Stevens cada vez se parece más, aunque muy lejanamente, a ciertas etapas de Pat Metheny, incluso en el modo de agarrar la guitarra. Una pregunta desquiciada: ¿es Sufjan Stevens un Metheny indie?).

martes, noviembre 23, 2010

La España fantasma

La ciudad da forma a sus vacíos del mismo modo que la música modela el silencio. Por eso, percibir una ciudad por sus vacíos y ausencias mejora la capacidad de descifrarla. El pasado día 11 de Julio y con motivo de la final del mundial de fútbol, un ejército de fotógrafos salió en busca de estos huecos. Más de 350 voluntarios, desde todos los puntos de España, aprovecharon los flujos y masas que se llevaba el fútbol para salir a la calle y retratar un país de ausencias, soledades y abandonos; de huecos y vacíos.

La consigna era salir a la calle armado con cualquier tipo de cámara o celular mientras casi 17 millones de personas permanecían pegados a sus televisores. Un paseo insólito por las ciudades desnudas y desiertas, disparando con la cámara a todo aquello que 'no se moviera'. El resultado ha sido un conjunto de más de 700 fotografías realizadas en el intervalo del partido y con el mismo letimotiv.

Más fotos acá y más info acá.

Hombre cosa

Tetsuya Ishida fue un pintor surrealista japonés que nació en junio de 1973 y murió en 2005 -por posible suicidio- atropellado por un tren. Pintó escenas de la vida cotidiana de las urbes de Japón, pero con los protagonistas atrapados en máquinas, edificios u objetos, con los cuerpos tratados como producto de una cadena de producción. Una pequeña muestra:


Más acá, acá y acá.

lunes, noviembre 22, 2010

El mundo al instante (II)

- Para vos, Tabaré: fumar no es igual a tabaquismo.

- Hay vida después de Lost.

- "Irse, lejos, de lo contrario me alcanzarán": 100 años sin Tólstoi.

- Google publica su primer libro.

- Huelga cultural en el país del Gran Payaso.

- El punto Gainsbourg: la película.

- A 70 años de una mujer inolvidable.

- "La vida debe inspirar la forma en que se escribe": entrevista a Emir K.

- Una galería de posters políticos.

-Peter Lorre

La "Malagueña" de Keith Richards


por Diego A. Manrique

Asombro y deleite. Vida, la autobiografía de Keith Richards, se ha colocado en el número uno de la lista de no ficción del New York Times. Una broma satánica, considerando que el guitarrista de los Rolling Stones fue, durante largos años, principal candidato a la muerte prematura dentro del Olimpo del rock gracias a su tóxica forma de vivir.

Cierto que es toda una epopeya: cómo un pardillo de Dartford ("pueblo de ladrones", recuerda) se transforma en aristócrata de la jet set, admirado e intocable. Vende Keith su imagen de rebelde, perseguido a muerte por el establishment, pero no se lo crean. Si no exagera en sus alardes de drogas y armas, era tremendamente vulnerable y cualquier policía medio espabilado se pudo cobrar su cabellera.

Cuando le pillaban, por pura estupidez, siempre había alguien de su entorno dispuesto a comerse el marrón (excepto en Toronto, donde estaba solo con Anita Pallenberg). Asimismo, inmediatamente aterrizaba una brigada aerotransportada de abogados y relaciones públicas dispuestos a hacer limpieza, como el Señor Lobo de Pulp fiction.

Según avanzaban las décadas y se multiplicaba el volumen económico de las giras, Richards ascendió a intocable. Varios anillos de seguridad rodeaban al grupo, impidiendo intrusiones del exterior. Adquirieron categoría de altos dignatarios: no pasaban aduana y eran recibidos por las máximas autoridades del país correspondiente. En verdad, su modus vivendi en la carretera contradice la imagen de forajido que tanto explota Keith. Más que un insurgente, es un niñato mimado.

Puede que eso explique su indestructible carisma. En el mundillo de la prensa británica se sabe que una portada con el guitarrista aumenta ventas (mientras que Mick Jagger ahuyenta a los posibles compradores). Late en nosotros un ansia de compartir, aunque sea a distancia, esa existencia fuera de reglas, la posibilidad de bailar en la cuerda floja sabiendo que abajo está la red que garantiza impunidad.

Imagino que ese deseo secreto explica el éxito de Vida. Dudo que sea exclusivamente el público del rock quien haya alzado la autobiografía de Keith a la categoría de best seller.En cuanto hojee sus páginas, cualquier seguidor advertirá que aquello le suena: las más truculentas historias de Vida ya animaron infinidad de libros sobre Richards y/o los Stones. De hecho, James Fox, el coautor de Vida, ha reciclado narraciones en primera persona publicadas en otros tomos; no especifica cuánto tiempo tuvo a Keith ante un magnetófono pero intuyo que menos de lo deseable. Ocurre además que, por decirlo finamente, el cerebro de Keith funciona como un jukebox: si pulsas determinadas teclas, te salen radiantes anécdotas o canciones, pero no esperes que la máquina haga exámenes de conciencia o resuelva inconsistencias.

Aparte de la carnaza, Vida descubre que Richards tiene sangre laborista por la rama paterna, pero resulta más decisiva la materna, con el abuelo Gus, músico aficionado que puso en sus manos una guitarra española y le aseguró que, una vez supiera tocarMalagueña, todo iría rodado. Efectivamente, y la pieza le sería útil en varias ocasiones.

Uno escribe una autobiografía -o contrata a un profesional, como es el caso- para quedar guapo. James Fox ha elegido los perfiles más favorecedores de Keith. Puede que también haya eliminado sus verrugas ideológicas. No se menciona la más paradójica intervención de Richards en política, cuando mandó una carta a Tony Blair respaldando la aventura militar en Irak. Según sus ayudantes, es uno de los documentos que Blair atesora. Hay otra lectura: si no estuviera tan encastillado, el ex primer ministro debería preocuparse de que, en ese sucio asunto, su único apoyo viniera de un magullado millonario que reside en Estados Unidos.

-El País de Madrid