Cualquier iniciado en la magia sabe perfectamente que el Diablo es el Señor de este mundo. Él ofrece certezas, no fe; libertad absoluta en lugar de represión; vida ahora, no en ultratumba; placer inmediato e intenso sin restricciones ni culpabilidades. Así supieron interpretarlo cuantos satanistas cabales en el mundo han sido.
Dichas así las cosas parece que el espantajo de cuernos y rabo se encuentra muy lejano, arrumbado por unos postulados que bastante se acercan al epicureismo. Claro que la veneración a un Ser Superior, por muy Satanás que se llame, no deja de ser servidumbre y pleitesía en el fondo incompatible con esa reivindicación de la libertad total que es el luciferismo. Contradicción como el hecho mismo del rito, por muy irreverente que éste aparente ser.
Algo de todo esto subyace tras este insólito cortometraje de 1928, de apenas siete minutos, la única pieza de porno satánico que mis ojos han tenido la oportunidad de contemplar y una de las más grandes rarezas que han pasado por este Desván. Anónimo es su realizador, lo mismo que cuantos intépretes aparecen. Yo estoy bien seguro de que son luciferinos convencidos todos ellos.
-Hlynur en Extinción
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