jueves, noviembre 11, 2010

Réquiem Nº 123

Por Akdov Telmig

Empecemos por lo primero: ¿qué es el cine? El cine es arte, el cine es entertainment, el cine es… En fin, pura palabrería. ¿Y saben por qué? Porque, en realidad, el cine es aburrido, previsible, repetitivo, alienante y estúpido, nada menos. O, al menos, es a eso a lo que está llegando. Les pondré algún ejemplo sobre la marcha, para que vean que no me invento nada.

¿Se acuerdan de Gus Van Sant, ese hombre que a punto estuvo de convertirse en un honroso icono underground? Iba para autor el hombre y, a pesar de algunos tropiezos y su tendencia a la lágrima fácil, fue el responsable de aquella Drugstore Cowboy donde un famélico Matt Dillon le daba la réplica a William S. Burroughs y que anunciaba una carrera al menos inconformista. Pues nada más lejos. El Sr. Van Sant se empeñó en tirar por la borda todo su crédito al abandonarse a la frenética búsqueda del oscar y firmó, entre otras insulsas naderías, al menos una película idiota (Good Will Hunting) y un remake sacrílego y aún más idiota (Psicosis). Desde entonces (o quizá desde antes) ya no es necesario justificar por qué se repiten las películas.

Y es que nada puede ir demasiado bien si los tipos duros como Haneke o Herzog se atreven a repetirse a sí mismos (Funny Games) o a otros (Teniente corrupto) sin siquiera pestañear. No digamos ya si los Coen Brothers se atreven con Henry Hathaway. Quizá va llegando ya la hora de recluirse para siempre en el DVD y en la bendita HBO, donde al menos hay guionistas con ideas, realizadores que saben para qué cuernos sirve un plano secuencia y un estupendo botón que te permite apagarlo todo si la decepción se convierte en un monumental cabreo. No sé, a lo mejor es que estamos metidos en La invasión de los usurpadores de cuerpos, nada más que las dichosas vainas alienígenas son ahora las películas vistas una y mil veces y que nos asaltan sin piedad semana tras semana, creciendo y creciendo como la cizaña. ¿Quieren ejemplos? Vayan a ver El americano, un saqueo literal (en fondo y forma) de El samurai de Melville (¿alguien se acuerda de Melville?). O rememoren las correrías del último Di Caprio. La moda del remake es tan poderosa que ya hay actores que se repiten a sí mismos (Shutter Island, Inception). Ver para creer. Y así podríamos seguir, pero mejor pasemos a otra cosa antes de que decidan apagar el ordenador.

Últimamente me deprimo mucho al ver la poca mala leche que le queda a los cuentacuentos de la gran pantalla. Tomo Prozac, no se crean, y me abandono en cuanto puedo a los efectos placebos del kif, pero ni así. Ya me lo decía un amigo: cuando ni siquiera Woody Allen consigue tener gracia es que las cosas van mal, muy mal. Maldito tiempo éste, el del cineasta que no crea, el del autor que expresa ideas de otros. Lo único que se me ocurre es que los directores y guionistas se traguen una buena sesión de gore, a ver si entre tanta salvajada se les pega algo de hemoglobina en sus venas de chufa y se abandonan así al puro goce de la destrucción, pues está visto que construir no van a construir nada.

Pero tranquilos, no todo es horrible, aunque sí lo sea casi todo. Quedan promesas esperanzadoras y excesos como Machete, que es un canto a la más absoluta y deliciosa de las banalidades o un análisis gamberro de lo que pasa en México, en Minnesotta o en Albacete, según se mire. ¡Ah, bendito Robert Rodríguez, bendito Quentin, bendito Jess Franco que estás en los cielos! Y bendito Alex de la Iglesia, que al menos aparenta haber sobrevivido a las dulces palabras de la Academia y parece (dicen) que todavía sabe hacer cine. Veremos.

¿Ha muerto, entonces, el cine? Me temo que sí, o al menos el cine que se dice cine. Refresquemos la memoria haciendo una lista de los caídos en combate, aquellos que vinieron, vieron pero no vencieron y que rechazaron a todos sus albaceas, los santos mártires del cine-cine: Man Ray, René Clair, Dudley Murphy, Marcel Duchamp, Viking Eggeling, Hans Richter, Oskar Fishinger, Walter Ruttmann, Norman McLaren, Robert Flaherty, Victor Sjöstrom, Carl Theodore Dreyer, Rainer Werner Fassbinder, Joris Ivens, Grigori Aleksandrov, Sergei Eisenstein, John Cassavetes…

Requiescat in pace.

Menos mal que nos queda David Lynch.

-Culturamas

3 comentarios:

  1. Sí, realmente cansa el sonsonete de la muerte del cine. Huele a nostalgia disimulada en una protesta de no se sabe bien qué. Todo muere, luego vendrá otra cosa. Basta de los apocalipsis. Que cada uno resista los embates del mercado admirando lo que vá quedando de manifestaciones culturales y a otra cosa.

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  2. Ni termino de leer el post... Primero por capricho (me gusta Good Will Hunting, no vi su Psicosis y prefiero no hacerlo). Pero después porque me molesta lo retórico que se impone a los hechos. El remake de Herzog de Maldito Policía no puede ser más personal (el que escribió esto sin duda no la vio); y la adaptación de los hermanos Coen de True Grit es a la misma novela y no un remake de la película de Hathaway...

    Sigo leyendo un poco más del post. Me jode esa actitud de gorda puta o de virgen violada. "Ay, el cine no tiene más creadores". "Ya ni Woody nos hace reír". "Oh! Nadie sabe quién es Melville!"

    Dejate de joder, gallego. Y aunque haya algo de cierto, me molesta la actitud. No sé por qué terminé de leer el post. Ni gorda puta, ni virgen violada... VETERANA MAL COGIDA.

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  3. Bueno, creo que lo de veterana mal cogida y lo de muerte del cine va por el mismo trillado camino. En realidad es difícil hacer buen cine y por ahí coger es algo complicado para una veterana. Pero una vez que el asunto se da: hacer buen cine y que una veterana coja, suele darse todo lo bien que es necesario. En general las veteranas están bien cogidas (porque ya aprendieron, porque lo quieren sí o sí, porque "dan" lo que son y toman lo que quieren). Y el cine bueno no tiene por qué reverenciar santos del pasado o presente...es más, mejor si no lo hace.

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