domingo, septiembre 12, 2010

El intelectual adúltero y la fiel amante miope

Laura Fernández | Madrid

Un retrato de Diderot por Louis-Michel van Loo.

Ella era una chica lista, con gafas, solterona, una especie de Julieta que hubiera leído a Shakespeare y a Dante, pero que no se atreviera a plantarle cara a su madre, ni siquiera después de haber cumplido los 40. Él era un escritor casado, coautor de la primera enciclopedia de la historia, figura clave de la Ilustración, padre de una hija, Angelique, fruto de su extraño matrimonio con una costurera ultracatólica a la que no tardaría en abandonar.

Él, Denis Diderot y ella, Louise-Henriette Volland, rebautizada por su amante Sophie, se conocieron en 1755 y se prometieron amor (epistolar) eterno poco después, cuando iniciaron la correspondencia que algunos consideran "la obra maestra de la literatura amorosa" y que se mantuvo hasta la muerte del escritor, en 1784.

Inéditas hasta ahora en español, las cartas que Diderot, el hombre que tardó 41 años en encontrar a su alma gemela (Louis-Henriette reconvertida en Sophie), acaban de aterrizar en las librerías (la editorial responsable: Acantilado) en su edición más completa (la de Laurent Versini), publicada originalmente en 1997. Edición de unas cartas que pueden leerse como una suerte de diario amoroso pero también cotidiano del filósofo, que no sólo da consejos financieros a su fiel amante miope (la previene contra las estafas de su cuñado, Vallet de Salignac) sino también ensaya hipótesis de su materialismo y desvela el secreto de la creación literaria, dando rienda suelta a sus capacidades narrativas en sus relatos de cosas que ha visto y que convierte en pequeños cuentos.

No están todas, sin embargo. Porque las cartas que intercambiaron los primeros cuatro años fueron religiosamente destruidas por la madre de Sophie, que quiso mantener a su hija a salvo de los hombres durante toda su vida (ella fue madre soltera y no quiso que Sophie corriera la misma suerte, de ahí su asfixiante autoritarismo). Así que la recopilación arranca con la carta que Diderot escribió el 10 de mayo de 1759.

Era viernes. Y Diderot no estaba de un humor especialmente bueno. "Veo el futuro muy negro", le confiesa. "Vuestra madre tiene el alma sellada por los siete sellos del Apocalipsis", dice. "Pero me consuelo y vivo de la certeza de que nada podrá separar nuestras dos almas", añade. Y aún más: "Temo ir a veros; pero tendré que hacerlo". Fue, por supuesto, y tuvo su cita, junto a la 'mesita verde', una "escena ritual" (mencionada aún el 22 de noviembre de 1768, 13 años después de iniciarse su relación).

Leídas con el morbo del que espera la próxima cita (y el próximo encuentro con la madre maldita) o como apuntes de la vida (y obra, sobre todo, obra, pues pueden leerse como una especie de 'making off' de toda su producción literaria y filósofica), estas 'Cartas a Sophie Volland' resultan imprescindibles para componer la figura del autor de Jacques el fatalista. Desde cómo redactaba cada nueva entrada en la Enciclopedia hasta qué prefería cuando se sentaba a la mesa hambriento ("dos huevos frescos y un pichón"), reconstruyendo, vía desahogo amoroso, tanto el microcosmos intelectual de la segunda mitad del siglo XVIII como los usos y costumbres de una época.

EL MUNDO

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