viernes, octubre 08, 2010

Artista, terrorista

por Jaime Cuenca

Para Breton el más simple acto surrealista consistía en precipitarse a la calle, pistola en mano, y disparar a ciegas contra la muchedumbre. Esta macabra indicación, aceptable como boutade en el "Segundo manifiesto del surrealismo", se revela culpablemente frívola cada pocos días, cuando un terrorista suicida hace estallar su carga explosiva en algún mercado de Pakistán o una oficina iraquí. El compositor Stockhausen, por su parte, no se arredró ante la muerte de 3.000 personas y declaró los ataques del 11S “la más grande obra de arte jamás hecha”. Estos excesos retóricos parecen dar la razón a quienes sospechan que el arte banaliza el terror con su mero contacto. Sostener lo contrario obliga a discutir qué caracteriza la producción artística de representaciones, y qué la distingue de la que el terrorismo usa como un arma más.


(sigue en A*DESK)

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