La Feria del Libro de Frankfurt parece un aeropuerto. Hay pasillos aéreos interminables, señalización perfecta, cintas transportadoras, escaleras mecánicas, largas distancias que la gente atraviesa en combis que comunican los pabellones o caminando a las zancadas como temiendo perder una cita de su agenda saturada. Es más que nada una feria de editores y agentes literarios que hacen sus negocios y que, de vez en cuando, para bajarles los humos, invitan a algunos autores, así ven el océano de libros en el cual su obra es apenas una gota de agua. Mi editor me lleva a ver a mi agente. Los agentes literarios están en un pabellón cerrado al público, del tamaño de dos canchas de fútbol, cada uno en un miniescritorio donde van recibiendo a editores para ofrecerles autores. Es como un lugar gigante de citas rápidas o speed-dating. Es el gran mercado del libro funcionando a toda velocidad. Un hormiguero pateado. Los agentes, como Sherezade, les cuentan a los editores los libros que tienen, resumidos en pocas palabras.
(Artículo completo en Club de traductores)
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