miércoles, octubre 20, 2010

Los renacidos

El cine a veces convierte a las más acariciadas utopías en pesadillas que nadie quisiera soñar. Un hombre de mediana edad, asfixiado por el confort material y autista de emociones, llega casi por casualidad a una empresa que vende el renacimiento. Radicales cirugías lograrán que, con sus ojos de siempre, observe en el espejo un rostro que nunca vio. Pero la solución al vacío interior no es una nueva envoltura. Demasiado sombría e intensa para su tiempo, Seconds (1966) de John Frankenheimer, no oyó aplausos ni de los críticos más vanguardistas y fue olvidada por largo tiempo. Si después resultaron novedosas las historias de identidades físicamente transformadas o trasplantadas, como en Abre los ojos, por ejemplo, era porque Seconds había sido vista por pocos.

Fue el primer fracaso comercial de John Frankenheimer. Este director, formado en la televisión, ni bien entró al cine acertó con una seguidilla de grandes éxitos de taquilla y de crítica (
Birdman of Alcatraz, 1961; The Manchurian Candidate, 1962; Seven Days in May, 1964; The Train, 1964). Por sus películas se lucían los mejores actores del momento y después el Oscar siempre acudía a mimarlos. Pero Seconds, fuera del reconocimiento de la Academia por la fotografía, sólo obtuvo en ambas orillas del Atlántico antipatía por su elaborado pesimismo. Ni Rock Hudson, un arquetípico galán de los 50`s: altísimo, mandíbulas rotundas y entradas pronunciadas, dando vida a un personaje cuyo rostro representaba una proeza de la cirugía plástica, pudo impedir que este film sufriera de esa indiferencia inicial. Aunque tiempo después fue rescatada y conocida como una película de culto poco conocida, fue recién con el DVD que Seconds renace definitivamente. Es decir, ahora nomás.

El film reunía varios ingredientes para ser incomprendida. Presentaba un tratamiento visual adelantado a su época al servicio de un relato mordaz sobre aquellos hombres de maletín y traje gris que lo habían dado todo por alcanzar el Sueño Americano. Algo doblemente inesperado viniendo de un cineasta que había aprendido a usar una cámara en la Guerra de Corea, rodando registros para la Fuerza Aérea, y cuyos mayores éxitos en el cine versaban sobre intrigas políticas, magnicidios y otras ansiedades de la Guerra Fría.
Seconds, en cambio, venía de una novela de Ciencia Ficción que reflexionaba sobre el costo y la naturaleza de la libertad con una conclusión nada alentadora.

En
Seconds todo ocurre veloz y confusamente ante la mirada perpleja de su protagonista y los espectadores, en el mismo grado de incertidumbre. Arthur Hamilton es un hombre maduro, adinerado, distanciado de su esposa y cansado de la vida. Un día recibe la llamada de un amigo de juventud que creía muerto. El sujeto le insiste que acuda a una dirección. Las llamadas persisten, Hamilton se refugia en su hermetismo pero un día se siente impulsado a acudir. Llega a las oficinas de una compañía clandestina. El motivo que lo trajo a ese lugar todavía le es confuso hasta que un anciano, el jefe de la Compañía, le explica qué ha venido a buscar. Los lazos afectivos que lo unen con la vida son tan tenues que nadie lamentaría mucho si Hamilton muriera, ni siquiera él mismo. Antes que su vida se hunda completamente en la deshumanización, la Compañía le ofrece un cadáver que le dará defunción oficial y una segunda oportunidad de ser feliz bajo otra cara, otra edad y otras ocupaciones. Hamilton es sometido a cirugías que cambiarán radicalmente todo lo que recuerde a su anterior identidad. “Incluso operaremos sus tendones para que tenga otra caligrafía”. Arthur Hamilton es reinsertado como Antiochus Wilson, un pintor exitoso que residirá en Malibu, California. Sus obras de arte y estatus social ya han sido previamente resueltos por la Compañía: “Usted ya ha sido aceptado”. Ahora sólo debe ocuparse de pasar por su nueva vida lo mejor que pueda, como quien toma unas vacaciones permanentes de sí mismo.

El denso clima de angustia del film se logra con la exaltación del plano subjetivo, triunfo del director de fotografía James Wong Howe. Desde la presentación de los créditos,
Seconds se regodea en la deformación. Una pesadilla se debe mirar con “ojos de pez”, en blanco y negro, con primerísimos planos y una exagerada profundidad de campo. Además, la película es pionera en el artilugio de fijar una cámara a un actor, mediante un arnés, para lograr planos donde el sujeto se mantiene fijo mientras el fondo se remece a cada paso. El inequívoco desconcierto de esta técnica ha sido explotado, hasta el cansancio, por películas que vendrían mucho después. Toda esta truculencia, sumada a la música que aporta su toque de malicia, plasmaron tan bien las inquietudes de Hamilton/Wilson que hicieron de Seconds la peor opción para el espectador que gustaba salir del cine relajado y reconciliado con la rutina.

En otro momento del film, Hamilton/Wilson descubre que su nueva vida, a la que no puede adaptarse aún, persigue el mismo sinsentido de la que abandonó. Como haría cualquier cliente haciendo uso de sus derechos, acude a la Compañía en demanda de una “tercera oportunidad”. El anciano le dice decepcionado: “Confiaba que conseguiría convertir su sueño realidad”. “Creo que nunca tuve ningún sueño', responde el cliente. 'Si tuve alguno de seguro no fue el de ser Antiochus Wilson”. Entonces es llevado nuevamente a la sala de operaciones…

Después de
Seconds, para Frankenheimer el sueño parecía terminar. Estados Unidos despertaba un día con la noticia del asesinato de John F. Kennedy y muchos se acordaron de Frankenheimer como el ave de mal agüero que había mostrado, cinco años antes, en The Manchurian Candidate un atentado del mismo estilo contra un presidente estadounidense. Desmotivado, Frankenheimer se marchó a Europa donde le fue tan mal como cineasta que decidió estudiar para chef. En los 70´s regresó a USA para retomar una carrera que ahora alternaría con un alcoholismo tenaz. Tuvo algunos éxitos aislados en los años posteriores pero no pudo librarse la fama de ser un director al que se le habían terminado las buenas ideas hace tiempo.

-Andrés Mego, La Tetona de Fellini.

5 comentarios:

  1. gran gran blog la tetona de fellini!

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  2. Recuerdo Abre los ojos (y la remake con Cruise)y también la de Kim Ki Duk: El tiempo. Para encontrar Seconds en los videoclubs de acá va a estar salado.

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  3. El pícaro de Silencio la tiene, Lajack. Me comprometo a conseguírsela. Vive la piraterie!

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  4. Cuando usted quiera, Peter. Agradecida a ambos.

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  5. "Hello, Mr. Wilson . . ."

    Sometime in the spring of 1967, Brian Wilson, the pop wunderkind behind the music of the Beach Boys, heard these words as he wandered into a screening of the John Frankenheimer film Seconds. He was, at the time, sporadically working on what was to become the most legendary unreleased album in rock history, originally titled Dumb Angel but later called Smile, and he was losing his mind. According to a friend who was at Wilson's house when he returned from the movie theater, Seconds had a profound effect on the young composer.

    Agitated, Wilson related how the first thing he heard was someone saying hello to him. "It completely blew my mind," he said. Then: "That's not all . . . the whole thing was there. I mean my whole life. Birth and death and rebirth. Even the beach was in it. It was my whole life right there on the screen." When his friend suggested it might be a coincidence, Wilson replied, "What if it's real? You know there's mind gangsters these days. There could be mind gangsters, couldn't there? I mean look at [Phil] Spector, he could be involved in it, couldn't he? He's going into films. How hard would it be for him to set something up like that?" Convinced to calm down, Wilson picked up a pen and a piece of paper and drew a growth curve as he began to talk about music: "Spector started the whole thing. He was the first one to use the studio. But I've gone beyond him now. I'm doing the spiritual sound, a white spiritual sound. Religious music. Did you hear the Beatles album [Revolver]? Religious, right? That's the whole movement. That's where I'm going . . . . It's going to scare a lot of people when I get there."

    He abandoned the Smile sessions and did not go see another film until 1982, and that would be E.T. the Extra-Terrestrial.

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