jueves, octubre 28, 2010

Pasajera en trance

Por Federico Romani



La gente desaparece de manera curiosa en las películas de Olivier Assayas, que transcurren casi todas en una fantasmática de zona de tránsito entre mundos. Su tema preferido parece ser el de las distancias. Hablamos de búsquedas de equilibrio en la intimidad, de ficciones construidas como aleaciones entre el idioma de la experiencia y el del extrañamiento. Assayas es el mas proustiano de los directores vivos, no sólo porque su cine se erige en el punto medio de fricción entre los tiempos de los vivos y los muertos, sino porque es uno de los pocos que alcanzan a ser conscientes de la incomodidad que genera semejante condición. “El cine siempre documenta, al menos, la torpeza o la ingenuidad del que lo realiza” declaró alguna vez Assayas, que en Boarding gate (2007) recicla los modos de Renoir y Bresson, pero a una velocidad posindustrial. El resultado es una película capaz de congelar el presente, onírica y terrenal a la vez, como un desfile de figuras fantasmales en un escenario de hiperrealidad. Cine como liturgia y nemotecnia, pero con ángulos abiertos al caos y al desorden.

(sigue en Ñ)

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