viernes, octubre 08, 2010

El artista de un mundo roto

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La literatura de Thomas Mann es una literatura de supervivencia. Una literatura armada a fuerza de restricciones, de concentración en el trabajo de la forma, de reflexión acerca del lugar del artista en el siglo XX, de la sociedad alemana entre finales del siglo XIX hasta las guerras mundiales y el surgimiento del nazismo, una literatura, en definitiva, que pone siempre por delante el conflicto entre el lugar pasivo, negativo, contemplador de un sujeto que decide convertirse en escritor, y el lugar luminoso, inocente, vital de aquello que se contempla, de aquello sobre lo cual se escribe: la prolija edición que Edhasa realiza de los cuentos completos de Thomas Mann, la primera que recoge la totalidad de las obras breves en prosa –desde nouvelles como La muerte en Venecia (1912); descripciones profusas como Señor y perro (1919) a textos muy breves como la seminal “Visión” (1893)–, permite revisar precisamente cómo esta temática recurrente de todos los trabajos de Mann ha ido adaptándose, transformándose y perfeccionándose a lo largo del tiempo; o sea, cómo una forma se va trabajando con paciencia en el lapso de toda una vida.

Forma y vida, entonces, como foco principal de estos cuentos, los dos extremos en conflicto que se invocan constantemente. De esa manera tenemos que entender las afirmaciones de los protagonistas de una vida que se admira desde la distancia, que se considera desde la lejanía y se percibe como luminosa, pero que al mismo tiempo se rechaza en pos de ser un contemplador consciente de la belleza y no un partícipe inconsciente de ella: la complejidad del trabajo del escritor como dador de la forma y la simplicidad de la belleza de lo natural.

(Sigue en Radar Libros)


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