martes, octubre 19, 2010

La amante del gangster

Mediados de los años setenta, primeros ochenta. Italia era un polvorín. El laboratorio del mundo moderno. La vanguardia cultural y política. Plena guerra fría, los años de plomo. Palestinos e israelíes, la CIA y el KGB, las Brigadas Rojas y el terror negro. Los comunistas pactando con los democristianos. La Mafia siciliana llenando las calles de heroína y cocaína. Pasolini asesinado en Ostia. Juan Pablo II preparando, con el Opus Dei, el inminente hundimiento del bloque soviético. Aldo Moro secuestrado. Aldo Moro asesinado. La matanza de la estación de Bolonia. Andreotti, El Divo, y su hipotético beso a Totó Riina, el capo sanguinario. Sordi y Gassman, Mastroianni, Fellini y Antonioni. Celentano y el arzobispo Paul Marcinkus, dando alegría a las finanzas de la Santa Sede. La quiebra del Banco Ambrosiano. El asesinato de Roberto Calvi (Londres, puente de los Frailes Negros). Y el de Michele Sindona, banquero de Cosa Nostra: un poco de veneno en el café.

Han pasado 30 años y casi todos aquellos oscuros misterios siguen siendo eso: misterios. Mejor dicho, secretos que no han sido desvelados. Delitos, muchas veces gravísimos, por los cuales los culpables jamás pagaron, ni pagarán. "Un país sin verdad", dijo Leonardo Sciascia. Un agujero negro, diríamos ahora.

De aquel agujero regresó hace cuatro años, de la forma más inesperada, a través de un programa de televisión -el Quién sabe dónde italiano-, una dama que cabalgó a fondo aquellos años locos y sangrientos. La dama se llamaba, y se llama, Sabrina Minardi.

(sigue acá)

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