1. Después de ocho años de guardar silencio, Laurie Anderson regresa con un nuevo disco, Homeland, que sigue la línea ecléctica de esta singular artista. ¿Cómo catalogar su música? Hace un par de días encontré una posible fórmula: mezcla de pop con música contemporánea de concierto.
2. La música de Anderson tiene como eje fundamental la sonoridad. En todos sus discos busca el sonido como tal, casi su abstracción. Las melodías, lo mismo que los ritmos y las armonías, son sencillas, porque el verdadero interés radica en el sonido per se. Es una música sin dirección, ni vertical ni horizontal, una música estática, y de ahí el uso de la repetición como elemento estructural.
3. Quien nunca la ha escuchado, se sorprenderá ante canciones que son una voz que narra una historia con sonidos de fondo, una atmósfera que parece servir como complemento del argumento. Esto fue, al menos, lo que pensé cuando la escuché en vivo hace varios años. Su concierto era parte de un festival de poesía y todo él estaba formado por historias con música de fondo.
4. Lo que me cautivó aquella vez fueron los relatos y la manera de contarlos; la cadencia y el sonido de su voz. No fue hasta tiempo después, cuando escuché con atención todos sus discos, que me percaté que la narración de historias no es otra cosa que el desarrollo natural de su búsqueda. La voz, muy cuidada, a pesar de no contar con una melodía, es un elemento sonoro que forma parte de la “música de fondo”.
5. La historia, en realidad, no influye en la música porque la voz se utiliza como un objeto sonoro y, por lo mismo, no requiere de una melodía. Las narraciones, es cierto, suelen ser excelentes y yo diría que sirven de anzuelo. Si bien la voz podría ser ininteligible, ya que es un elemento sonoro más de la música, la historia nos obliga a concentrarnos, a cerrar los ojos y a seguir con cuidado cada palabra, cada pausa. Gracias a esta concentración, que por lo general no estamos acostumbrados a tener frente a la música que oímos a diario, atendemos al sonido que se desarrolla tras la historia, que va cobrando una fuerza inusual; la fuerza de algo carente de dirección y sentido –el sonido desnudo, tal cual es.
6. En Homeland encontramos canciones “normales” intercaladas con historias. Es un disco para escuchar de principio a fin, sin pausas, como si fuera una larga pieza única. La letra, como ya dije, nos obliga a concentrarnos y, sin darnos cuenta, la música nos absorbe en una especie de trance, donde se pasa de las historias a las canciones con unos puentes tan sutiles que son casi imperceptibles. Pareciera que todo el disco nos está contando una gran historia que se desarrolla en el sonido.
7. Laurie Anderson ha logrado restablecer la figura del cuentacuentos (cada vez más amenazada con extinguirse) y dotarla del elemento musical sonoro que, lejos de meramente adornarla, logra excitar tanto la imaginación como si de una película se tratara. En este disco, como en ningún otro, el balance entre las historias, la música, el sonido y la voz ha encontrado su punto justo, otorgando al disco una plenitud que Lou Reed, su esposo, un rockero que se inclina mucho por la palabra hablada, nunca ha alcanzado.
- Diego Morábito
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