Querer arreglar el mundo no es reprochable en sí. Y si es reprochable, entonces habría que reprochárselo a todo el mundo, de izquierdas, de derechas y de todos lados: nunca como en estos tiempos se había conseguido tal unanimidad.
Quizá lo de querer sea excesivo. Sugiere la existencia de una voluntad auténtica, firme e inmutable (incluso sincera). Quizá fuera mejor decir que todo el mundo tiene ideas para solucionar definitivamente el asunto. En esta producción de ideas acaso se halle el problema. No porque sean muchas, porque no congenien o porque persigan intereses contradictorios e irreductibles; sino porque protegen.
Las ideas pueden funcionar como escudo, como parapeto contra la realidad inmediata, contra las cosas pequeñas que uno debe y puede hacer, pero que prefiere eludir. Así, de vez en cuando, o tan a menudo como se prefiera, uno topa con individuos cargados de razón sobre la moralidad del universo y completamente inmorales en la conducta personal. Habría que insinuar la posibilidad de que lo uno va seguido de lo otro. Incluso de que se necesitan.
He aquí, en la ética práctica, donde se da la gran ruptura y también la enorme decepción que se percibe en el ámbito del lenguaje y de la comunicación. Los que hablan y los que escuchan no ignoran que en realidad son lo mismo: gente que sabe que lo que se dice y lo que se hace no concuerda.
Quitando que el mundo en sus amplias manifestaciones está bien para no hablar de lo que te toca. Vives en la miseria universitaria y argumentas sobre el mercado global. Escribes en los periódicos proclamas solidarias o apocalípticas y te olvidas de lo trepa que eres. Bendices la castidad en un púlpito y luego te vas a ver culos a la salida de los colegios.
Habría que volver a la máxima existencialista (también muy anterior) de que somos lo que hacemos. Lo que pasa es que aguantar el tipo ahí es una jodienda. Pero está bien para conocer al personal. –Alejandro Gándara, El Mundo.
Yo me quedo con unos versos conocidos:
ResponderEliminar"No hay ninguna esperanza/ de que todo se arregle/ de que ceda el dolor/ y el mundo se organice".
O también con aquella sentencia de Lampedusa en IL Gattopardo, que no recuerdo literal pero era algo así como que hay que cambiar el mundo pero para que todo siga igual.
En efecto, milady, no habrá que hacerse muchas ilusiones. Pero confieso cierto respeto por los que las tienen y las buscan sin imponérselas a otros. Lo jodido es cuando se vuelven predicadores, panfletarios, maniqueos. Uf, nada peor que un iluminado que quiere cambiar el mundo.
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